domingo, 12 de julio de 2015

“Morimos, pero es para vivir. Todo el cristianismo y toda la perfección radican en esta muerte y esta vida” (Carta 728 - 11 marzo 1834. Al P. Chevaux).


La chamifrase de la semana 134  - 12 de julio de 2015
“Morimos, pero es para vivir. Todo el cristianismo y toda la perfección radican en esta muerte y esta vida” (Carta 728 - 11 marzo 1834. Al P. Chevaux).

El Padre Chaminade se dirige al P. Chevaux para orientarlo en su tarea de formador de los jóvenes ingresantes a la Compañía de María.  El contenido de esta carta ha quedado luego en la tradición marianista identificado con el nombre de “Avisos a un maestro de novicios”: 

Al ingreso de la vida religiosa se hacía una fuerte insistencia en la necesidad de “morir al mundo y a sí mismo”. Guillermo José enfoca esta clásica perspectiva reubicando la misma en el contexto de toda experiencia cristiana nacida en el Bautismo.  Por eso, aunque para la vida religiosa es una llamada a la “radicalidad”, es también una invitación para todo cristiano que asume su vocación de seguidor de Jesús.  El Padre Chaminade nos recuerda que esta “muerte” no tiene sentido sino es en relación a la Vida de Dios que estamos llamados a recibir y vivir.  Y corona su frase con la conocida afirmación del Apóstol: “Así también ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús” (Rm 6,11).

La “ascética” y la “mística” tienen que ir de la mano.  La vida cristiana es un camino, un proceso que nos va invitando una y otra vez a la transformación: a morir para vivir. Morir al pecado para vivir en Dios.  Morir a las sombras que nos habitan para nacer a la Luz.  No es una dinámica dualista, sino una invitación a la conversión.  Es llamativo que los “santos” son cada vez más conscientes de esta realidad. Quizás porque cuanto se está más cerca de la Luz las sombras se distinguen más claramente.  Quizás porque cuánto más lugar a la Vida hay en nuestro interior, más se toma conciencia de aquello que permanece “muerto” en nuestro corazón.

Guillermo José nos invita a mirar nuestra vida y a reubicarla nuevamente en esta perspectiva pascual, a enraizarla en el dinamismo del Bautismo, para vivir con mayor profundidad y autenticidad nuestro seguimiento de Jesús. Y así también nosotros poder afirmar como San Pablo y como nuestro Fundador, “Morimos, pero es para vivir. Todo el cristianismo y toda la perfección radican en esta muerte y esta vida”.

Pidamos al Señor la gracia de darnos cuenta en cada recodo del camino de la necesidad que tenemos de “morir para vivir”.

Señor encuentro en mi interior el deseo de caminar por la vida
buscando siempre más Vida.
Este deseo es reflejo de tu Presencia en lo más profundo de mi ser
que me invita a entrar en la dinámica pascual,
semilla que comenzó a desarrollarse el día de mi Bautismo:
muriendo para vivir,
muriendo al pecado para vivir en Ti Señor. 

Ayúdame a morir a todo lo que no me deja vivir en Ti:
morir a las sombras para vivir en la luz,
morir a la ansiedad para vivir serenamente,
morir a la inquietud para vivir en la paz,
morir a la tristeza para vivir con alegría,
morir a la indiferencia para vivir en fraternidad,
morir al odio para vivir en el amor,
morir al rencor para vivir el milagro del perdón,
morir a la superficialidad para que mi vida sea más profunda,
morir a la soberbia para vivir humildemente,
morir a la vanidad para vivir con sencillez,
morir a la mentira para vivir en la verdad,
morir a los caprichos para vivir en libertad
morir …                     para ….

(puedes seguir completando esta oración desde tu propia necesidad
de morir para vivir), 

Morir al “pecado” para vivir en Ti, Señor.
Morir Señor, sí,
morir para Vivir.
Amén
                                                                                                    AT sm

 

 

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