La chamifrase de la semana 133 - 25 de
marzo de 2015 - ESPECIAL – Anunciación del Señor – FIESTA
PATRONAL DE LA FAMILIA
“¡Ojalá pueda yo hacerle sentir la felicidad que hay perteneciendo de
manera especial a la Madre de Dios! Estamos orgullosos aquí del título de Hijos
de María: creemos que formamos su familia privilegiada”. (Carta 31 -
otoño de 1808. A Adela de Trenquelléon).
No podemos dudar que desde los
inicios el Padre Chaminade comprendió nuestro carisma desde una relación especial
con María y desde una perspectiva de familia. Estas palabras de nuestro
Padre y Fundador pertenecen a la primera carta que le envío a la joven Adela de
Trenquelleón que le había escrito interesándose por sus comunidades. Está
claro que en la mente y el corazón de Guillermo José el núcleo esencial de la
vida marianista es la “pertenencia” a la Madre de Dios, que se concreta en un
camino de vida como “hijo de María”, en el seno de una Famlia especialmente
dedicada a Ella.
“¡Ojalá pueda yo hacerle sentir la felicidad que hay perteneciendo de
manera especial a la Madre de Dios!”. Es tanta la
felicidad que experimenta el Padre Chaminade que no le alcanzan las palabras
para transmitir esos sentimientos profundos. Es que cuando uno encuentra
su propia identidad encuentra esa vivencia de plenitud que ayuda a vivir la
vida enraizado en lo esencial y con un horizonte de sentido. Esa
felicidad la experimente Guillermo José y desea abrir la puerta de esta
experiencia a todos los que son llamados a compartir esa misma vocación
marianista. Pertenecer de una manera especial a Ella, haciendo alianza con
Ella, consagrándonos como sus misioneros. La misión es de Ella, nosotros
perteneciendo a Ella, continuamos hoy su misión, seguimos dando como y con Ella
a luz a Jesús al mundo.
El Padre Chaminade no duda en afirmar que “estamos orgullosos aquí del
título de Hijos de María”. Un título que no es una mera distinción
honorífica, sino una invitación a vivir como verdaderos hijos e hijas de
María. O sea a vivir como Jesús, el hijo de María. Por eso nuestro
fin como marianistas es llegar a la “conformidad con Jesucristo y trabajar por
la venida de su Reino”. Somos hijos e hijas de María, y Ella nos va
formando colaborando con el Espíritu a imagen de su Hijo Jesús.
Y finalmente nuestro Fundador profesa con verdadera pasión: “creemos
que formamos su familia privilegiada”. Sí, formamos la Familia
de María, somos sus hijos e hijas, nos dejamos formar por Ella y nos
comprometemos a colaborar con Ella en su misión.
Estas palabras del Padre Chaminade a la joven Adela están en el inicio de
nuestra historia de Familia. Ni siquiera habían aparecido todavía los deseos de
fundar los institutos religiosos pero ya estaba presente esta esencia de
nuestra vocación marianista, que luego se concretará en los estados
particulares de la vida laical, religiosa o sacerdotal. Pero en la
esencia todos compartimos esta misma identidad.
Quizás sea interesante que hoy convirtamos en pregunta estas palabras del
Padre Chaminade: ¿Sentimos la felicidad que hay en el pertenecer de manera
especial a la Madre de Dios? ¿Estamos orgullosos aquí del título de Hijos
de María? ¿Creemos que formamos su familia privilegiada? Y nos ayudemos en
Familia a recuperar, renovar, revitalizar y vivir con alegría y pasión nuestra
identidad marianista, superando esos sentimientos de pertenencia “de club” y
decidiéndonos a vivir con entusiasmo nuestro seguimiento de Jesús desde el
carisma particular que hemos recibido. Así también nosotros podremos hacer
propias y compartir con otros estas palabras chaminadianas: “¡Ojalá pueda yo
hacerle sentir la felicidad que hay perteneciendo de manera especial a la Madre
de Dios! Estamos orgullosos aquí del título de Hijos de María: creemos que
formamos su familia privilegiada”
Aunque hoy rezamos habitualmente una fórmula de consagración a María
renovada y teológicamente más aggiornada, te invito a rezar con el corazón esta
antigua fórmula que expresa más afectivamente esta pertenencia a María que
tantas generaciones de marianistas hemos experimentado en estos más de
doscientos años desde nuestros orígenes:
Reina del cielo y de la tierra:
llenos de amor y de respeto
te ofrecemos nuestras alabanzas,
nos consagramos con alegría a tu servicio
y abrazamos una forma de vida
donde todo se hace en tu nombre,
para alabarte, servirte y proclamar tus
grandezas.
Que nuestro celo por defender tus intereses
compense la indiferencia y el olvido de los
hombres.
Madre del Redentor y Madre nuestra,
mediadora de todas las gracias,
extiende el Reino de Dios en el mundo,
implanta la verdad
donde reina el error y la confusión,
conserva fuerte la fe de tus hijos.
presérvalos de la seducción del mundo y del
pecado.
Atiende a nuestras súplicas
y enciende en nosotros un amor que impulse
toda nuestra vida,
para que seamos dignos de la gloria que
compartes con tu Hijo,
que por ser Dios vive y reina con el Padre,
en la unidad del Espíritu Santo
por los siglos de los siglos.
Amén
AT sm