domingo, 22 de junio de 2014

“Debes mantenerte con respeto ante el Santísimo Sacramento; considera a la luz de la fe esos divinos anonadamientos, y esa luz de la fe producirá en ti un sentimiento profundo de humildad” (Carta 1210 - 30 junio 1840. A Claude Mouchet).


La chamifrase de la semana 123 – Domingo 22 de junio – Corpus Christi
“Debes mantenerte con respeto ante el Santísimo Sacramento; considera a la luz de la fe esos divinos anonadamientos, y esa luz de la fe producirá en ti un sentimiento profundo de humildad” (Carta 1210 -  30 junio 1840. A Claude Mouchet).

 El respeto y la adoración del Santísimo Sacramento es una tradición que los cristianos hemos cultivado desde hace muchos siglos.  Es cierto que en ciertos momentos el oro y las piedras preciosas de las custodias que lo portaban o la fastuosidad de las celebraciones litúrgicas en su honor, hicieron perder el sentido profundo del respeto y la adoración al Santísimo Sacramento.
El Padre Chaminade invita a uno de sus discípulos a mantenerse con respeto frente al Santísimo Sacramento y a considerar a la luz de la fe “esos divinos anonadamientos”.  Es que en el Pan de Vida descubrimos a Jesús, Dios y Hombre, anonadado tanto en su divinidad como en su humanidad, como pasando desapercibido.  ¿Cómo el Rey de Reyes, el Todopoderoso, el Eterno y el Infinito,… escondido en un pedazo de pan? ¿Cómo el Dios encarnado, que puso su tienda entre nosotros,… escondido en un Sagrario?.  La fe juega aquí un papel esencial, reconociendo la presencia real de Jesucristo, Dios y Hombre, que se empeña como en el Portal de Belén  o en la vida oculta en Nazareth, a hacerse presente y hacer presente el misterio de la salvación a través de esa condición sencillamente “anonadada”.   Cuando en la fe podemos reconocerlo entonces podemos experimentar que ese modo de hacerse presente nos invita también a nosotros a vivir de esa manera.  Por eso Guillermo José no duda en afirmar: “Su fe crecerá poco a poco, y le hará cumplir como habitualmente, al menos de corazón, el primer deber de los cristianos para con Dios; el de la adoración y el anonadamiento”.

¡Qué difícil vivir con una actitud de “anonadamiento” en un mundo donde parece que lo importante es hacerse propaganda, publicitar los propios logros, vivir pendiente de lo que los demás puedan opinar y admirar (y por qué no envidiar) de nuestras vidas!  Ciertamente, cómo también le pasó a Jesús, tenemos que salir de nosotros mismos para anunciar el Evangelio.  Hoy los medios de comunicación nos dan la posibilidad de ampliar el anuncio y llegar todavía a más personas.  Si como Jesús, hemos sabido estar presentes en la sencillez del anonadamiento también sabremos estar como Él, con una presencia humilde pero significativa en medio de los demás.
Y junto con este modo de vivir al estilo de Jesús, modo que pasa sobre todo por la sencillez del corazón, necesitamos también adorarlo, porque Él es nuestro único Señor.  La adoración ha perdido también prensa en las oraciones contemporáneas.  Pedimos mucho, a ver si conseguimos algún milagro.  En ciertas ocasiones la evidencia de nuestras actitudes egoístas no lleva a pedir perdón.  A veces nos acordamos de agradecer.  Pero pocas veces sencillamente adoramos la presencia de nuestro Dios, que se nos revela en Jesucristo.  Quizás sea justamente porque nuestro inconsciente colectivo sigue asociando “Dios” a grandes manifestaciones externas y como no lo encontramos en la presencia sencilla y encarnada de Jesús, entonces nos buscamos tantos ídolos para adorar en nuestras vidas y saciar nuestra sed de “dios”. 
De la mano de nuestro Padre y Fundador, renovamos nuestra actitud de respeto al Santísimo Sacramento, considerando a la luz de la fe esos divinos anonadamientos y esa luz de la fe producirá en nosotros un profundo sentimiento de humildad.  Nuestra fe irá creciendo poco a poco, y nos llevará a cumplir de corazón el deber de adoración a nuestro Dios.  Adorándolo en el Santísimo Sacramento, aprenderemos también a adorarlo en las “custodias” de carne y hueso  que cada día nos cruzamos, los hermanos y las hermanas, especialmente los que más sufren,  que portan la presencia de Dios“anonadado” en su interior.
Oremos con la hermosa oración “Adoro te devote”, uno de los cinco himnos escritos por Santo Tomás de Aquino a pedido del Papa, cuando en 1264 se comenzó  a celebrar la Fiesta del Corpus Christi.  Podemos percibir también al rezarla, algunas expresiones que bien tenía incorporadas el Padre Chaminade y que están en el fundamento de las reflexiones que hemos compartido:

 Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte.

Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios: nada es más verdadero que esta Palabra de verdad.

En la Cruz se escondía sólo la Divinidad, pero aquí se esconde también la Humanidad; sin embargo, creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido.

No veo las llagas como las vió Tomás pero confieso que eres mi Dios: haz que yo crea más y más en Ti, que en Ti espere y que te ame.

¡Memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que das vida al hombre: concede a mi alma que de Ti viva y que siempre saboree tu dulzura.

Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego, que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar tu rostro cara a cara, sea yo feliz viendo tu gloria.

Amén.

                                                                                      AT sm

 

miércoles, 18 de junio de 2014

“Creo que cuando los tiempos son más duros y difíciles, debemos entregarnos más a una verdadera oración y hacer que la fe siga creciendo en nosotros.” (Carta 581 - 2 marzo 1831. Al P. Lalanne).


La chamifrase de la semana122 –  Miércoles 18 de junio – Taller de Oración XIII

“Creo que cuando los tiempos son más duros y difíciles, debemos entregarnos más a una verdadera oración y hacer que la fe siga creciendo en nosotros.” (Carta 581 - 2 marzo 1831. Al P. Lalanne).


 El Padre Chaminade conoció a lo largo de su vida diversos y variados tiempos “duros y difíciles”. Y desde su propia experiencia invita al P. Lalanne a poner el acento en lo esencial y a buscar el sostén en Aquél que sabemos que siempre está y nunca nos abandona.  Por eso es que no duda en afirmar que “cuando los tiempos son más duros y difíciles, debemos entregarnos más a una verdadera oración y hacer que la fe siga creciendo en nosotros”.  No se trata de una actitud de resignación frente a las inevitables dificultades de la vida o una frase religiosamente correcta para un Padre Fundador.  Es una convicción profunda y probada en su propia vida, que se convierte en camino compartido.  De hecho el Padre Chaminade, está nuevamente pasando momentos duros y difíciles, y por las consecuencias de revueltas sociales y políticas tiene que dejar Burdeos, consciente además que en diversos lugares hay dificultades que solucionar y que no puede estar al mismo tiempo en todos lados para responder a esas necesidades.

 Entregarse a una “verdadera oración”, o sea a un encuentro sincero con el Señor, que está siempre esperándonos para sostener nuestras fuerzas y animarnos a no perder la esperanza.  Y hacer que “la fe siga creciendo en nosotros”.  Los tiempos “duros y difíciles” son siempre una valiosa oportunidad para purificar las motivaciones de nuestra fe y crecer en ella. Guillermo José sabe por dónde caminar y comparte su hoja de ruta con sus discípulos.
 
Pero además no puede dejar de agregar: “También creo que, por su poderosa intercesión, la Santísima Virgen nos conseguirá la tranquilidad y la paz”.  No podía ser de otra manera.  Cuando “los tiempos son más duros y difíciles”, Ella también está con nosotros y la paz que necesitamos para afrontarlos, es un don que podemos conseguir de su cercana y maternal intercesión.  El Padre Chaminade, no puede olvidarse de la presencia constante de María, y no deja de tomarse de su mano, especialmente cuando los tiempos “son más duros y difíciles”.

Cuántas veces en la vida cuando nos encontramos transitando tiempo más duros y difíciles, sentimos la tentación de abandonar el camino, de dejarnos arrastrar por la desilusión y el desencanto, de darle la razón a las situaciones y a las personas que buscan  y a veces con religiosas razones el fracaso de nuestro compromiso con el Proyecto del Reino de Jesús.  Nuestro Padre y Fundador, no deja de alentarnos con el testimonio de su vida, y por eso sus palabras siguen haciendo eco en nuestra mente y en nuestro corazón: “Creo que cuando los tiempos son más duros y difíciles, debemos entregarnos más a una verdadera oración y hacer que la fe siga creciendo en nosotros.”  Y también nos ayuda a fijar la mirada en nuestra Madre y a repetir de corazón con él: “También creo que, por su poderosa intercesión, la Santísima Virgen nos conseguirá la tranquilidad y la paz”.  Y sabiéndonos acompañados por su propia presencia e intercesión, nos animamos a repetir finalmente junto a Guillermo José: “Recemos con insistencia y perseverancia”.

                                                            Señor Jesús,

cuando los tiempos son más duros y difíciles,

necesitamos entregarnos más a una verdadera oración,

porque sólo Tú puedes sostenernos y animarnos a seguir caminando

por las huellas de tu Evangelio,

sin caer en la tentación del cansancio y el desencanto.

Señor Jesús,

cuando los tiempos son más duros y difíciles,

necesitamos hacer que la fe siga creciendo en nosotros,

y así sea tanto un ancla que nos aferra a tu Presencia

como una mirada que nos permite tener un horizonte de sentido,

para no dejarnos hundir en el abismo del fracaso y la desilusión.

Señor Jesús,

cuando los tiempos son más duros y difíciles,

necesitamos renovar nuestra confianza en nuestra Madre,

seguros que de su maternal intercesión

conseguiremos la paz y la tranquilidad que nos hace falta,

y podremos seguir adelante con alegría y esperanza.

 
Señor Jesús,

cuando los tiempos son más duros y difíciles,

nos sentimos necesitados de tu ayuda,

y por eso con nuestro Padre y Fundador,

repetimos con convicción

“Recemos con intensidad y perseverancia”.

                                                      Amén

 

                                                                                     AT sm

 

miércoles, 4 de junio de 2014

“Cuando los Apóstoles esperaban la venida del Espíritu Santo, eran constantes en la oración: así que el primer consejo que para ti me dicta mi afecto paternal es que te introduzcas en la oración”. (Carta 384 - 18 de diciembre de 1825. A un religioso de la Compañía, Burdeos)


La chamifrase de la semana 121 –  Miércoles 4 de junio. Taller de Oración XII  Esperando un nuevo Pentecostés

“Cuando los Apóstoles esperaban la venida del Espíritu Santo, eran constantes en la oración: así que el primer consejo que para ti me dicta mi afecto paternal es que te introduzcas en la oración”. (Carta 384 - 18 de diciembre de 1825. A un religioso de la Compañía, Burdeos)

El Padre Chaminade está acompañando a un religioso que está en un momento de crisis y desorientación, y que busca encontrar una salida a su situación existencial y espiritual.  Solo el Espíritu Santo puede aportar una luz sobre las sombras que está experimentando y recuperar aquello que parece ya no tiene remedio.  El Fundador apela a la Escritura para fundamentar su orientación: “Cuando los Apóstoles esperaban la venida del Espíritu Santo, eran constantes en la oración” (Cf. Hech. 1,14; 2,1).  Y sin rodeos le aconseja con claridad lo primero que tiene que hacer: “así que el primer consejo que para ti me dicta mi afecto paternal es que te introduzcas en la oración”.

A simple vista puede parecer un consejo simplista y hasta con cierto corte espiritualista.  Pero si ahondamos en él podemos comprender que no se trata solamente de una mirada teísta, sino que la decisión personal de “ponerse en oración” implica ya una transformación interior.  Reconocer que necesitamos del Espíritu implica reconocer que nuestra mirada es corta y a veces demasiado pegada a nuestras propias fragilidades y a nuestros conflictos interiores.  Sólo cuando puedo reconocer que sólo no puedo estoy preparado para dar otro paso aún más significativo: “pedir” la ayuda del Espíritu Santo. 

El Señor no necesita que le pidamos su Espíritu para saber que lo necesitamos.  Él quiere permanentemente regalarnos la presencia del Espíritu en nuestras vidas, y no necesita que le mendiguemos su ayuda para despertar su amor generoso por nosotros.  Pero nosotros si necesitamos aprender a “pedir” el Espíritu.  Y no se trata de una actitud obsesiva y compulsiva pidiendo la acción milagrosa del Espíritu.  Se trata de preparar el espacio interior para que pueda ser habitado por el Espíritu que no deja de venir a nuestro encuentro.  

Guillermo José sabe que no hay posibilidad de acoger y dejar actuar el Espíritu en nuestra vida si no hay una “preparación previa” que nos da la oración.  Es en ella, donde nos encontramos con nuestra propia realidad y así nos presentamos al Señor, y es en esa realidad en la que el Espíritu desea encontrar su casa, y regalarnos su presencia que es Amor que sana y transforma desde lo más profundo de nuestro interior nuestras vidas.

Cuántas veces frente a situaciones de crisis y desorientación buscamos soluciones que rápidamente nos quiten la angustia o la ansiedad que las mismas nos provocan.  Cuántas veces en nuestras vidas creemos que “somos libres” para decidir lo que necesitamos sin que nadie nos ayude a confrontar nuestra propia vida o nos oriente compartiendo su propia experiencia. Cuántas veces nos declaramos cristianos y creyentes en Dios pero a la hora de tomar decisiones fundamentales en nuestra vida  nos “olvidamos de consultarle que le parece”.  Cuántas veces bajamos los brazos y creemos que no podemos cambiar y optamos por agrandar el espacio interior oscuro y reprimido, y no nos animamos a presentarnos con nuestra realidad al Señor para que su Espíritu pueda habitarnos y transformarnos.  Cuántas veces en este mundo del consumo y el mercado pensamos que podemos comprar lo que necesitamos para estar bien, y renunciamos a “pedir” Aquello que no se compre ni vende, y que es regalo gratuito para quien acepta profundamente la necesidad de su Presencia.

Dejemos que nuestro Padre y Fundador también nos regale hoy a nosotros su consejo: “Cuando los Apóstoles esperaban la venida del Espíritu Santo, eran constantes en la oración: así que el primer consejo que para ti me dicta mi afecto paternal es que te introduzcas en la oración”.

Aquí estoy Señor,

abriendo mi corazón para entrar en oración.

Como los Apóstoles cuando esperaban la venida del Espíritu Santo,

yo también quiero ser contante y perseverar en la oración.

Tú sabes Señor que me cuesta.

Creo profundamente en tu Presencia y te agradezco la posibilidad

de haber experimentado en mi vida

la fuerza amorosa y transformadora de tu Espíritu.

Pero la “falta de tiempo”,

“las preocupaciones y ocupaciones cotidianas”,

“las heridas de mi pasado que no me dejan ser auténticamente libre”,

“la angustia y la ansiedad que me generan los conflictos que llegan a mi vida”,…

me hacen perder el horizonte y termino olvidando que necesito volver a encontrar

ese espacio genuino de encuentro contigo que es la oración:

para presentarme sin miedos con mi propia realidad,

reconociendo mis fragilidades y aceptando humildemente que no puedo solo,

y animándome a pedir con insistencia la venida de tu Espíritu

 

Yo sé que vos no necesitas que te pida lo que necesito,

Pero comprendo que yo sí necesito “pedir lo que necesito”.

No para tirarte el problema y esperar tu acción milagrosa,

sino para abrir mi espacio interior, con sus luces y sus sombras,

y dejarme habitar por tu Espíritu Santo:

que es Amor gratuito que sana

y transforma desde lo más profundo de mi ser.

 

Por eso Señor,

una y otra vez necesito volver a ponerme en oración,

y a intentar ser constante y perseverante en ella,

pidiendo con sencillez y confianza:

Ven, Espíritu Santo, ven.

                                                                                                                AT sm

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domingo, 1 de junio de 2014

“No pretendo humillarte, ni humillar a tus colaboradores, pero sí despertarlos de esa especie de sopor en que parecen haber caído, y recordarles lo que son:… son unos auténticos misioneros”. (725 - 7 febrero 1834. Al P. Chevaux).


La chamifrase de la semana 120 – Domingo 1 de junio – Ascensión del Señor

“No pretendo humillarte, ni humillar a tus colaboradores, pero sí despertarlos de esa especie de sopor en que parecen haber caído, y recordarles lo que son:… son unos auténticos misioneros”.  (725 - 7 febrero 1834. Al P. Chevaux).

 
El Padre Chaminade no pierde ocasión para recordar a sus discípulos que allí donde estén o sea cual sea su ocupación, siempre y en todas partes son misioneros. En este caso le pide al P. Chevaux que recuerde a sus hermanos de comunidad, dedicados a la educación de la juventud, que “la enseñanza sólo es un medio, del que nos valemos para cumplir nuestra misión, para infundir por todas partes el espíritu de fe y de religión y para multiplicar los cristianos”

El paso del tiempo que sigue al entusiasmo misionero inicial, las ocupaciones cotidianas y su rutina, el desgaste y las dificultades en la tarea encomendada, la comprobación de las propias limitaciones y ambigüedades, … muchas veces nos hacen perder de vista desde dónde venimos y hacia dónde vamos, y necesitamos como aquellos primeros marianistas que nuestro Fundador también nos movilice con su llamado de atención: “No pretendo humillarte, ni humillar a tus colaboradores, pero sí despertarlos de esa especie de sopor en que parecen haber caído, y recordarles lo que son:… son unos auténticos misioneros”

“Ser auténticos misioneros”, eso es lo que somos y así tiene que manifestarse nuestra vocación cristiana y marianista si es auténtica.  Basta recordar las últimas palabras de Jesús a sus discípulos en su despedida: Vayan, entonces, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo” (Mt 28,19). La vocación misionera no es algo añadido a nuestra vocación cristiana y marianista sino que es constitutivamente esencial a la misma.  No se puede ser cristiano y marianista sino se es misionero.  

Por eso es necesario una y otra vez volver a encontrarse con nuestra identidad misionera y volver a entusiasmarse con ella.  El Papa Francisco nos lo recuerda permanentemente actualizando el envío de Jesús, invitándonos a “salir”: “Hoy, en este «Vayan» de Jesús, están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva «salida» misionera. Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio.

 De la mano de nuestro Padre y Fundador volvamos a recuperar nuestra vocación misionera y volvamos a comprometernos con la misión que se nos ha dado, así también contagiaremos a los demás: Penétrate bien de estos sentimientos y procura inculcarlos en los corazones de tus Hermanos y de tus colaboradores. Todos son misioneros, cumplan su misión”

 

Señor Jesús,

hoy sigue resonando en nuestro corazón

aquel mandato dirigido a los apóstoles:

“¡Vayan!”,

que renueva en nosotros la conciencia

de nuestra propia identidad:

somos misioneros.

 

Señor Jesús,

la rutina, las dificultades, el desgaste del camino

nos hacen enfriar ese ardor misionero,

esa necesidad interior y genuina de salir

de nuestros propios cómodos encierros

para anunciar con entusiasmo y alegría

la Buena Noticia del Reino.

 

Señor Jesús,

queremos seguir escuchando tu mandato

“¡Vayan!”.

que nos despierte del sopor de la rutina

y nos ponga una y otra vez en camino,

recuperando a cada paso aquello que somos:

“unos auténticos misioneros”

 

Amén

 

AT sm

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