La
chamifrase de la semana 123 – Domingo 22 de junio – Corpus Christi
“Debes mantenerte
con respeto ante el Santísimo Sacramento; considera a la luz de la fe esos
divinos anonadamientos, y esa luz de la fe producirá en ti un sentimiento
profundo de humildad” (Carta 1210
- 30 junio 1840. A Claude Mouchet).
El
respeto y la adoración del Santísimo Sacramento es una tradición que los
cristianos hemos cultivado desde hace muchos siglos. Es cierto que en
ciertos momentos el oro y las piedras preciosas de las custodias que lo
portaban o la fastuosidad de las celebraciones litúrgicas en su honor, hicieron
perder el sentido profundo del respeto y la adoración al Santísimo Sacramento.
El
Padre Chaminade invita a uno de sus discípulos a mantenerse con respeto frente
al Santísimo Sacramento y a considerar a la luz de la fe “esos divinos
anonadamientos”. Es que en el Pan de Vida descubrimos a Jesús, Dios y
Hombre, anonadado tanto en su divinidad como en su humanidad, como pasando
desapercibido. ¿Cómo el Rey de Reyes, el Todopoderoso, el Eterno y el
Infinito,… escondido en un pedazo de pan? ¿Cómo el Dios encarnado, que puso su
tienda entre nosotros,… escondido en un Sagrario?. La fe juega aquí un
papel esencial, reconociendo la presencia real de Jesucristo, Dios y Hombre,
que se empeña como en el Portal de Belén o en la vida oculta en Nazareth,
a hacerse presente y hacer presente el misterio de la salvación a través de esa
condición sencillamente “anonadada”. Cuando en la fe podemos
reconocerlo entonces podemos experimentar que ese modo de hacerse presente nos
invita también a nosotros a vivir de esa manera. Por eso Guillermo José
no duda en afirmar: “Su fe crecerá poco a poco, y le hará cumplir como
habitualmente, al menos de corazón, el primer deber de los cristianos para con
Dios; el de la adoración y el anonadamiento”.
¡Qué
difícil vivir con una actitud de “anonadamiento” en un mundo donde parece que
lo importante es hacerse propaganda, publicitar los propios logros, vivir
pendiente de lo que los demás puedan opinar y admirar (y por qué no envidiar)
de nuestras vidas! Ciertamente, cómo también le pasó a Jesús, tenemos que
salir de nosotros mismos para anunciar el Evangelio. Hoy los medios de
comunicación nos dan la posibilidad de ampliar el anuncio y llegar todavía a
más personas. Si como Jesús, hemos sabido estar presentes en la sencillez
del anonadamiento también sabremos estar como Él, con una presencia humilde
pero significativa en medio de los demás.
Y
junto con este modo de vivir al estilo de Jesús, modo que pasa sobre todo por
la sencillez del corazón, necesitamos también adorarlo, porque Él es nuestro
único Señor. La adoración ha perdido también prensa en las oraciones
contemporáneas. Pedimos mucho, a ver si conseguimos algún milagro.
En ciertas ocasiones la evidencia de nuestras actitudes egoístas no lleva a
pedir perdón. A veces nos acordamos de agradecer. Pero pocas veces
sencillamente adoramos la presencia de nuestro Dios, que se nos revela en
Jesucristo. Quizás sea justamente porque nuestro inconsciente colectivo
sigue asociando “Dios” a grandes manifestaciones externas y como no lo
encontramos en la presencia sencilla y encarnada de Jesús, entonces nos
buscamos tantos ídolos para adorar en nuestras vidas y saciar nuestra sed de
“dios”. De la mano de nuestro Padre y Fundador, renovamos nuestra actitud de respeto al Santísimo Sacramento, considerando a la luz de la fe esos divinos anonadamientos y esa luz de la fe producirá en nosotros un profundo sentimiento de humildad. Nuestra fe irá creciendo poco a poco, y nos llevará a cumplir de corazón el deber de adoración a nuestro Dios. Adorándolo en el Santísimo Sacramento, aprenderemos también a adorarlo en las “custodias” de carne y hueso que cada día nos cruzamos, los hermanos y las hermanas, especialmente los que más sufren, que portan la presencia de Dios“anonadado” en su interior.
Oremos con la hermosa oración “Adoro te devote”, uno de los cinco himnos escritos por Santo Tomás de Aquino a pedido del Papa, cuando en 1264 se comenzó a celebrar la Fiesta del Corpus Christi. Podemos percibir también al rezarla, algunas expresiones que bien tenía incorporadas el Padre Chaminade y que están en el fundamento de las reflexiones que hemos compartido:
Te
adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas
apariencias. A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al
contemplarte.
Al juzgar de Ti,
se equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero basta el oído para creer con
firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios: nada es más verdadero que
esta Palabra de verdad.
En la Cruz se
escondía sólo la Divinidad, pero aquí se esconde también la Humanidad; sin
embargo, creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió aquel ladrón
arrepentido.
No veo las llagas
como las vió Tomás pero confieso que eres mi Dios: haz que yo crea más y más en
Ti, que en Ti espere y que te ame.
¡Memorial de la
muerte del Señor! Pan vivo que das vida al hombre: concede a mi alma que de Ti
viva y que siempre saboree tu dulzura.
Jesús, a quien
ahora veo oculto, te ruego, que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar tu
rostro cara a cara, sea yo feliz viendo tu gloria.
Amén.
AT sm