La chamifrase 126 – Miércoles 30 de julio – Taller de
oración XIV
“Después de un breve
momento de buenos propósitos, es necesario ponernos a hablar de negocios…
¡Dichosos los que pueden pasar de una conversación religiosa a los asuntos
materiales sin abandonar la presencia de Dios!” (Carta 391 - 11 abril 1826. A O’ Lombel).
El Padre
Chaminade vuelve una y otra vez al tema de la presencia de Dios en nuestra
vida. Un prólogo fundamental en la escuela de oración marianista y un
pilar necesario en la acción misionera. En este caso, no duda también en
cuestiones de negocios, de proponer la necesidad de vivirlas en la presencia de
Dios. Conociendo bien a Guillermo José sabemos que no se trata de una
actitud espiritualista sino de una convicción profunda en la necesidad de
encarnar nuestra fe en la vida cotidiana.
Los cristianos
muchas veces hemos insistido exageradamente en la división entre lo espiritual
y lo material, entre lo sagrado y lo profano. Hemos exacerbado una
división que no es heredera de la antropología bíblica sino de la filosofía
griega. Y así hemos intentado una espiritualidad desencarnada de la vida
y una vida sin el sostén y el horizonte de sentido de una auténtica
espiritualidad. El momento religioso (como la oración personal, la celebración
de la Misa) queda circunscripto a los ámbitos sagrados, y el resto de nuestra
vida “profana” a lo sumo bajo la orientación de algunos “valores
humanos”. Para el Padre Chaminade la necesidad de vivir en la presencia
de Dios confirma el lema marianista que enuncia que el corazón de nuestra
espiritualidad es el misterio de la Encarnación. No es solo barnizar de
espíritu cristiano la realidad concreta de nuestras vidas sino encarnar en ella
el germen de la Vida, que es la misma presencia de Dios.
¿Pero en asuntos
de negocios donde las reglas de juego muchas veces son tan distintas? ¿No es
una ingenuidad? ¿Qué puede saber un cura de hace doscientos años de cómo
moverse en estos ámbitos? Ciertamente el mundo ha cambiado mucho.
Pero sabemos muy bien que el Padre Chaminade no ha sido solamente un cura de
sacristía y que durante su larga vida no pocas veces tuvo que estar metido
entre cuestiones administrativas, préstamos, acciones inmobiliarias, litigios
financieros… en los que se encontró acompañando el crecimiento vertiginoso de
sus fundaciones. Y su convicción es que no sólo como sacerdote estaba
llamado a vivir las conversaciones materiales en la presencia de Dios sino que
era un llamado a todo cristiano. Porque las cosas materiales son parte de
nuestra realidad humana y en ellas debe manifestarse también el Reino de
Dios. ¡Cómo cambiarían las consecuencias de las decisiones económicas y
financieras en el mundo si sus responsables, especialmente los que se proclaman
“cristianos”, vivieran su compromiso con la fe sin abandonar la presencia de
Dios en su accionar.
Ahora es cierto
que no se puede tranquilamente hablar de negocios sin perder la presencia de
Dios si no se cultiva una vida interior y espacios concretos de oración
personal y lectura de la Palabra de Dios. Y esto exige esfuerzo,
compromiso, voluntad, y también pedir la gracia de vivir en la Presencia del
Señor,… por eso el Padre Chaminade no duda en decirle a su destinatario: “Esto
es lo que deseo que le conceda el Señor”. Animados por
nuestro Padre y Fundador pidamos al Señor que nos conceda la gracia “de
pasar de una conversación religiosa a los asuntos materiales sin abandonar”
su Presencia. Y de nuestra parte pongamos atención y compromiso para que este
deseo se haga realidad.
Siguiendo las orientaciones del
Padre Chaminade cultivemos el hábito de recordar que estamos en la presencia de
Dios: al comenzar el día, al salir de casa, al llegar al trabajo, al
encontrarnos con alguien, al ocuparnos de los negocios, al pasar de una
conversación religiosa a los asuntos materiales. Sencillamente basta con
actualizar en el pensamiento alguna frase como “Renuevo Señor mi fe en tu
Presencia” o algún acto sencillo de fe, y dejarlo resonar unos segundos en
el corazón.
Una forma distinta es también cantar
interiormente algún canto o estribillo con el mismo sentido, como por ejemplo
el tan conocido “Dios está aquí”:
“Dios está aquí,
tan cierto como el aire que respiro,
tan cierto como la mañana se levanta,
tan cierto como yo le amo y Él me ama a
mí”
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