domingo, 9 de marzo de 2014

“El enemigo de la salvación intentará quebrantar tus resoluciones con nuevas ilusiones. Desconfía de él, desconfía más aún de ti mismo, y dile con frecuencia al Señor: Confirma Señor, lo que has hecho en nosotros”. (Carta 1043 - 17 abril 1838. Al P. Lalanne).


La chamifrase de la semana 117 – Domingo  9 de marzo

“El enemigo de la salvación intentará quebrantar tus resoluciones con nuevas ilusiones. Desconfía de él, desconfía más aún de ti mismo, y dile con frecuencia al Señor: Confirma Señor, lo que has hecho en nosotros”. (Carta 1043 - 17 abril 1838. Al P. Lalanne).    

En las últimas décadas la confianza exacerbada en la “responsabilidad humana” y la revalorización antropológica de la autodeterminación de la propia existencia ayudaron a que se desestimara la acción del “mal espíritu” en nuestra vida.  Quizás como reacción a esto otros grupos han exacerbado el cuidado frente a la acción del Maligno multiplicando prácticas y rituales para neutralizar su influencia.  En realidad, lo que necesitamos es sentido común y una visión que beba en la tradición espiritual cristiana y hunda sus raíces en la revelación bíblica. 

El Padre Chaminade nos ayuda a encontrar esta mirada y a profundizar desde ella un sano discernimiento en nuestras vidas.  Y en ese caso, alertándonos sobre un modo de actuar del “mal espíritu” que muchas veces disfraza de “ilusiones”, muchas veces aparentemente muy humanas y muy cristianas, las tendencias del “hombre viejo” que está en nuestro corazón.  Un discernimiento auténtico nos ayudará a comprender que no son del “buen espíritu” algunos deseos (que a veces se presentan como convicciones incuestionables) que nos llevan a pensar que en nombre de la libertad, de la propia felicidad y hasta del proyecto de Dios para nosotros, es posible quebrantar o anular resoluciones hondas y profundas que hemos construido a lo largo de nuestra vida con la ayuda de la gracia y el Espíritu de Dios. 

 Ciertamente en la vida hay momentos en los que necesitamos cambiar el rumbo, renovar nuestras decisiones, transformar aquello que ya no nos da Vida… pero está claro que cuando eso se da desde una ansiedad incontrolable, o una angustia inexplicable, o una urgencia impetuosa,… tenemos que “desconfiar” del origen de nuestras motivaciones, de nuestras propias sentencias irrevocables, y pedirle al Señor que confirme aquello que Él ha hecho en nosotros y nos ayude a cambiar aquello que necesitamos transformar para seguir transitando sus caminos.

 El Padre Lalanne había llegado a un momento crítico en su vida. Llevado por la ola de sus propias ilusiones había  comprometido el buen nombre y la economía de la Compañía de María.  Acompañado por el Fundador, que siempre lo respetó y reconoció su fidelidad desde la primera hora, pero que supo también confrontarlo con cariño pero sin enmascarar “falsa benevolencia” las orientaciones que debía darle, había logrado reconocer su situación y discernir los pasos necesarios para reencauzar su vida personal haciéndose cargo de la reparación necesaria de las deudas que había generado.  Guillermo José, advierte que poco tiempo después de esa importante resolución, comienzan a revolotear en la cabeza y el discurso de su querido discípulo algunas “ilusiones” que pronto lo volverán a apartar del camino de la Luz.  Por eso, desde su experiencia de acompañante espiritual y con amor paternal no duda en afirmar: “El enemigo de la salvación intentará quebrantar tus resoluciones con nuevas ilusiones. Desconfía de él, desconfía más aún de ti mismo, y dile con frecuencia al Señor: Confirma Señor, lo que has hecho en nosotros”.

No se trata de una mirada negativa de nuestra humanidad ni de una concepción trágica del destino de nuestra vida influenciada por el “mal espíritu”. Se trata de considerar esta afirmación como una verdadera invitación a vivir con mayor autenticidad y por eso necesitamos un discernimiento profundo que nos ayude a caminar de la mano del Espíritu de Dios, confiando en su presencia que nos ilumina y fortalece en nuestra vida cada nuevo paso que estamos invitados a dar en el seguimiento de Jesús. Ahondemos en esta actitud, repitiendo y guardando en el corazón el salmo 138:

 

“Señor, tú me sondeas y me conoces;

me conoces cuando me siento o me levanto,

de lejos penetras mis pensamientos;

distingues mi camino y mi descanso,

todas mis sendas te son familiares.

 

No ha llegado la palabra a mi lengua,

y ya, Señor, te la sabes toda

Me estrechas detrás y delante,

me cubres con tu palma

Tanto saber me sobrepasa,

es sublime y no lo abarco.

 

¿A dónde iré lejos de tu aliento,

a dónde escaparé de tu mirada?

Si escalo el cielo, allí estás tú;

si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;

 

Si vuelo hasta el margen de la aurora,

si emigro hasta el confín del mar,

allí me alcanzara tu izquierda,

me agarrará tu derecha.

 

Si digo "Que al menos la tiniebla me encubra,

que la luz se haga noche en torno a mí",

ni la tiniebla es oscura para ti,

la noche es clara como el día.

 

Señor, sondéame y conoce mi corazón,

ponme a prueba y conoce mi sentimientos,

mira si mi camino se desvía,

guíame por el camino eterno”

 

                                                  AT sm

 

Ayúdanos a difundir la chamifrase invitando a otras personas

a anotarse para poder recibirla cada semana.


 

 

miércoles, 5 de marzo de 2014

“¡Son todos misioneros, cumplan su misión! Quizá la palabra misión pueda fatigar la mente de algunos, imaginando que, para ser misionero, hay que ir predicando de pueblo en pueblo, de parroquia en parroquia, no habiéndose formado por tanto la idea de una misión estable y permanente”. Carta 725 – Al P. Chevaux – 7 de febrero de 1834)


La chamifrase  116 – 5 de marzo de 2014 – Preparándonos para iniciar el nuevo año escolar
“¡Son todos misioneros, cumplan su misión! Quizá la palabra misión pueda fatigar la mente de algunos, imaginando que, para ser misionero, hay que ir predicando de pueblo en pueblo, de parroquia en parroquia, no habiéndose formado por tanto la idea de una misión estable y permanente”. Carta 725 – Al P. Chevaux – 7 de febrero  de 1834)

El Padre Chaminade insiste una y otra vez en el carácter misionero de toda obra marianista.  En esta carta dirigida al Padre Chevaux, Director en ese momento de la multifacética obra educativa de Saint  Remy, vuelve a recordar los fundamentos de la educación marianista.  Y en esta frase recuerda una inspiración carismática que desde los inicios de su misión a la vuelta del exilio intentó concretar de acuerdo a las circunstancias: todos somos misioneros y cada obra es una misión estable y permanente.  En las primeras décadas del siglo XIX esas obras para Guillermo José eran las Congregaciones marianas.  Pero los tiempos cambiaron, la situación social y política exigía otro tipo de iniciativa apostólica, y la educación se convirtió en el “medio privilegiado” de la misión marianista.  Por una lado la experiencia personal del Fundador en sus años de juventud con sus hermanos en el Colegio de San Carlos de Mussidan. Por otro lado la necesidad urgente de la educación para reconstituir el tejido social y “regenerar la sociedad”.  Y esencialmente porque la escuela como espacio “secular” nos brinda la posibilidad de encarnar el Evangelio en la realidad social en la que estamos y promover una formación integral de las personas, que es el objetivo de toda evangelización cristiana (que es mucho más amplia que un adoctrinamiento religioso).  Evangelizar y educar son para nuestro Fundador dos acciones que en nuestros centros educativos marianistas no pueden estar divorciados.  Los marianistas educamos evangelizando y evangelizamos educando.

 El P. Chaminade tiene claro que para que esto sea posible se necesitan dos condiciones.  La primera es que todos los miembros de la comunidad educativa asumen su tarea como una misión.  Una misión cotidiana y concreta en las  aulas y en los patios de la escuela.  A veces seguimos pensando que “ir misionar” implica irnos a otros lugares lejanos a evangelizar y nos olvidamos de nuestro compromiso cotidiano con la misión.  “Ir a misionar” es ir al colegio todas las mañanas, entrar en el aula a dar una clase, tener una entrevista con unos padres, trabajar en equipo con otros docentes, realizar el trabajo administrativo o de mantenimiento que es parte de mi función, etc.  Si viviéramos este “ir a misionar” cotidiano con profundidad y sentido, “ir a misionar” a otros lugares sería una consecuencia de nuestro estilo de vida.  Es cierto que para poder vivir la tarea educativa desde esta dimensión misionera hacen falta una vocación y una espiritualidad.  Un sentirse llamado a misionar desde mi tarea educativa y una espiritualidad que de sostén y horizonte de sentido a mi tarea-misión cotidiana.  Es cierto también que no todos los que participan de la comunidad educativa marianista vivirán esto como un llamado personal, pero sí que hacen falta unos cuántos que los asuman de esta manera para que lo “marianista” no solo sea un sello exterior sino una impronta que configure nuestra propuesta educativa.

A la primera condición: “todos son misioneros”, hay que sumarle la concepción de la escuela como una “misión estable y permanente” que se concreta a través de la inculturación del Evangelio en todos los aspectos y dimensiones  de su vida (institucional, pedagógica, vincular, organizacional, en los procesos de toma de decisiones, en el modo de resolver los conflictos, en las propuestas extraescolares, en la relación con el entorno social, etc.).  Por algo muchos años después de Chaminade los marianistas llegamos a la conclusión de que “la encarnación es el corazón de la espiritualidad marianista” (CG SM 1971).

Que al iniciar este año escolar podamos redescubrir de la mano de nuestro Padre y Fundador, que cada uno de nuestros centros educativos marianistas son una “misión estable y permanente” y que quienes compartimos en ellos nuestro compromiso con la educación  “somos todos misioneros”.

 

Querido Padre Chaminade,

hoy volvemos a escuchar con emoción tus palabras

que son para nosotros una renovada invitación:

“¡Son todos misioneros, cumplan su misión!”.

 

Aquí estamos con entusiasmo y alegría

viviendo nuestra misión educativa y evangelizadora,

sabiendo que “todos somos misioneros”

y cada centro educativo marianista una misión “estable y permanente”.

 

Contamos con tu presencia afectiva y tu intercesión eficaz,

confiamos en la fuerza del Espíritu que sigue inspirando en nosotros

la misma impronta carismática que recibieron tus primeros discípulos,

y nos preparamos para ayudar cada día  a María en su misión.

 

Querido Guillermo Jose,

damos gracias a Dios por la obra que ha hecho en ti

y en todos los educadores marianistas que nos han precedido,

y nos ponemos en sus manos para que su obra pueda continuar.

 

Amén

                                                 AT sm

 

Ayúdanos a difundir la chamifrase invitando a otras personas

a anotarse para poder recibirla cada semana.


 

domingo, 2 de marzo de 2014

“Alabo a Dios por la delicadeza que su Providencia tiene conmigo al socorrerme en todas las necesidades en las que permite que yo caiga. El caso se repite a menudo; sin duda, quiere enseñarme a tener una confianza total en ella y a no mirar nunca más que sus propios intereses” (Carta 526 - 12 junio 1830. A Clouzet).


La chamifrase 115 – Domingo 2 de marzo de 2014

“Alabo a Dios por la delicadeza que su Providencia tiene conmigo al socorrerme en todas las necesidades en las que permite que yo caiga. El caso se repite a menudo; sin duda, quiere enseñarme a tener una confianza total en ella y a no mirar nunca más que sus propios intereses” (Carta 526 - 12 junio 1830. A Clouzet).

El Padre Chaminade nos enseña con su propio testimonio la necesidad de confiar en la Providencia de Dios.  Esta confianza no es consecuencia de una postura fideísta ni de la repetición de experiencias milagrosas que calman la angustia y la ansiedad que despiertan nuestras necesidades.  Esta confianza es la consecuencia de una experiencia de fe honda y serena que permite descubrir la Presencia providente de Dios que camina a nuestro lado y nunca nos deja solos.  Esta confianza es la interiorización existencial de aquellas palabras evangélicas que nos ayudan a descubrir esa Presencia viva y eficaz del Señor:

No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido? Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos? ¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida? ¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe! No se inquieten entonces, diciendo: “¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?”. Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan”.(Mt 6, 25-32).

Guillermo José experimentó muchas veces situaciones en las que las necesidades, y sobre todo las deudas contraídas,  parecían que iban a terminar con el Proyecto misionero que había comenzado.  Desde esas situaciones, “repetidas a menudo”, pudo “aprender” a tener una confianza total en la Providencia y a no mirar nunca más allá de sus intereses.  Digamos que buscando el acercamiento de sus intereses con los intereses del Señor, pudo dar el paso de la prudencia a la confianza, y de esa manera convertirse él mismo en instrumento de esa Providencia amorosa de Dios.  Ciertamente no se trata de quedarse de brazos cruzados esperando que Dios con su Providencia nos socorra. No es la actitud del Padre Chaminade, lo testimonia su larga biografía.  Pero sí es la apertura a ponerse en la dirección de la misma mirada del Señor, de su deseo que nace del corazón de un Padre que ama infinita y gratuitamente a sus hijos, y desde esa experiencia vivir en una confianza filial que llama y abre la puerta a la acción providente de Dios a través de diversos medios y mediaciones.  No se trata entonces de milagros portentosos sino de la manifestación del amor  y la misericordia providente de Dios Padre que no deja de acompañar a sus hijos y nunca los abandona.  La confianza es el camino para que nuestra propia vida se convierta en mediación de esa Providencia divina y a través nuestro pueda también llegar al corazón de aquellos que viviendo la misma experiencia, puedan abrir las puertas de su vida para compartir lo que han recibido especialmente con los hermanos que más sufren.

De la mano de nuestro Padre y Fundador alabemos a Dios por la delicadeza que su Providencia tiene con nosotros al socorrernos en todas las necesidades en las que permite que caigamos. El caso se repite a menudo; sin duda, quiere enseñarnos a tener una confianza total en ella y a no mirar nunca más que sus propios intereses.

 

Te alabo y te bendigo Padre

por la delicadeza que tu Providencia tiene conmigo

socorriéndome en todas mis necesidades,

regalándome la experiencia de tu amor gratuito

y tu infinita misericordia.

 

Te alabo y te bendigo Padre

porque repetidas veces he podido experimentar

la acción providente de tu Presencia,

que me ha enseñado a confiar plenamente en Ti

y mirar en la misma dirección que tus deseos.

 

Te alabo y te bendigo Padre

porque me invitas a ser mediación de tu amor providente,

y a despertar en el corazón de los demás

el deseo de abrir las puertas de sus vidas para compartir

lo que han recibido con aquellos que más lo necesitan.

 

Te alabo y te bendigo Padre

porque de la mano de nuestro Fundador,

puedo pasar de la necesaria prudencia a la imprescindible confianza,

y caminar a tu lado, como Tú caminas a mi lado,

dejando que mis intereses estén cada vez más cerca de los tuyos.

 

Amén

 

AT sm