martes, 21 de octubre de 2014

El libro de las CHAMIFRASES

Queridos amigos ¡!

Retomamos el contacto con una linda noticia y es que ya está disponible el libro de las Chamifrases!!
El mismo además de tener todas las chamifrases enviadas hasta este momento, tiene también un índice temático que facilita el uso personal y pastoral de las mismas. 

Esta publicación recoge la recopilación de las chamifrases y deseamos que pueda ser un instrumento en tu camino personal , comunitario y animando la vida marianista desde el lugar que María nos ha convocado.

Está en tus manos y necesita de tu propia impronta para compartirlo y permitir que la presencia de nuestro Padre y Fundador, llegue al corazón de otras personas.

 
Para conseguirlo te puedes comunicar al mail: chamifrase@gmail.com

domingo, 3 de agosto de 2014

“Nos consideramos llamados por María misma a secundarla con todas nuestras fuerzas…”(Carta 1163 - 24 de agosto de 1839. A los predicadores de Retiros)


La chamifrase de la semana 127 – Primera semana de agosto de 2014 – Iniciando la segunda parte del año escolar.

“Nos consideramos llamados por María misma a secundarla con todas nuestras fuerzas…”(Carta 1163 - 24 de agosto de 1839. A los predicadores de Retiros)

Para el Padre Chaminade la presencia de María en nuestra misión educativa es fundamental.  En primer lugar porque es su misma razón de ser. La misión es de María, nosotros hemos sido llamados a secundarla como sus “auxiliares o colaboradores”. Y esta vocación a ser “misioneros de María” se despliega educando,  porque hemos escuchado a María que nos dice “Hagan lo que Él les diga”.  Así en la acción educativa cotidiana concretamos nuestra vocación.  Esta conclusión para nuestro Fundador es tan propia de nuestra Familia, que los primeros religiosos hacían un voto especial: el de enseñanza.  Y así lo explicaba: “Para responder a las palabras de María: Hagan todo lo que Él les diga, este voto llega a todas las clases, sexos y edades, pero sobre todo a la juventud y a los pobres”.

En segundo lugar la presencia de María pasa también por la experiencia personal de cada educador marianista, que como el discípulo amado al pie de la Cruz recibe a María “en su propia casa”, en su propia vida y se deja formar por Ella a imagen de Jesús. Y con Ella se siente llamado a vivir una verdadera “alianza” para ayudarla en su misión.  Esta presencia maternal también la comparte con un profundo sentido comunitario con otros hermanos y hermanas con un particular y característico “espíritu de familia”.
En tercer lugar María es también “nuestra inspiración y nuestro modelo”, y por eso  en nuestra misión educativa nos esforzamos por crecer en sus virtudes: la fe que asume riesgos, la docilidad al Espíritu y la delicadeza humana abierta a toda necesidad.  La ternura de María se manifiesta en la presencia real y activa del educador marianista con las personas y el ámbito en el que ejerce su misión. La disponibilidad para el servicio y la sencillez en la vida personal y comunitaria nos hablan también de una presencia de María que nos ayuda a desarrollar una mirada de fe sobre la realidad, y unos vínculos y un modelo organizacional que superan la mera estructura institucional de nuestros centros educativos. Es por eso que en ellos intentamos reflejar en nuestras relaciones un “estilo mariano” y en nuestra organización “un modelo mariano de Iglesia”.
La presencia de María en la pedagogía propuesta por el Padre Guillermo José Chaminade está íntimamente ligada a nuestra vocación marianista, por eso no puede estar desvinculada de la experiencia personal y comunitaria del educador marianista, y desde allí considerarla como “inspiración y modelo” no es solo una cuestión de imitación piadosa sino de profundo sentido espiritual.  Porque es a través de nuestra acción educativa que concretamente María lleva adelante su misión: dando a luz a Jesús en el corazón de cada uno y en el mundo de hoy.

La expresión sencilla y profunda de la presencia de María en nuestra misión educativa marianista es un buen indicador de que el carisma recibido por nuestro Fundador hace dos siglos, sigue vivo y tiene futuro.

María, Madre nuestra,

somos tus hijos y tus misioneros,

y nos sentimos llamados por Ti misma

a secundarte con todas nuestras fuerzas

en tu misión a través de la educación.

 María, somos tus hijos,

como el discípulo amado te reconocemos como nuestra Madre,

y deseamos que nos formes a imagen de tu Hijo Jesús,

para que motivados por sus mismos sentimientos

seamos testimonio cada día de su Presencia entre nosotros.

 María, somos tus misioneros,

seguimos escuchando con atención tus palabras:

“Hagan lo que Él les diga”,

y con alegría hacemos presente tu ternura maternal

con las personas y en los ámbitos donde concretamos nuestra misión.

 María, somos tu Familia,

y nos comprometemos a que este “espíritu” que nos caracteriza

se encarne en nuestras relaciones y en nuestras planificaciones,

en nuestra estructura institucional y en la toma de decisiones,

y sostenga con sentido nuestro Proyecto Educativo Pastoral.

Amén
                                                                                                        AT sm

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miércoles, 30 de julio de 2014

“Después de un breve momento de buenos propósitos, es necesario ponernos a hablar de negocios… ¡Dichosos los que pueden pasar de una conversación religiosa a los asuntos materiales sin abandonar la presencia de Dios!” (Carta 391 - 11 abril 1826. A O’ Lombel).


La chamifrase 126 – Miércoles 30 de julio – Taller de oración XIV

 “Después de un breve momento de buenos propósitos, es necesario ponernos a hablar de negocios… ¡Dichosos los que pueden pasar de una conversación religiosa a los asuntos materiales sin abandonar la presencia de Dios!” (Carta 391 - 11 abril 1826. A O’ Lombel).

El Padre Chaminade vuelve una y otra vez al tema de la presencia de Dios en nuestra vida.  Un prólogo fundamental en la escuela de oración marianista y un pilar necesario en la acción misionera.  En este caso, no duda también en cuestiones de negocios, de proponer la necesidad de vivirlas en la presencia de Dios.  Conociendo bien a Guillermo José sabemos que no se trata de una actitud espiritualista sino de una convicción profunda en la necesidad de encarnar nuestra fe en la vida cotidiana.

Los cristianos muchas veces hemos insistido exageradamente en la división entre lo espiritual y lo material, entre lo sagrado y lo profano.  Hemos exacerbado una división que no es heredera de la antropología bíblica sino de la filosofía griega.  Y así hemos intentado una espiritualidad desencarnada de la vida y una vida sin el sostén y el horizonte de sentido de una auténtica espiritualidad.  El momento religioso (como la oración personal, la celebración de la Misa) queda circunscripto a los ámbitos sagrados, y el resto de nuestra vida “profana” a lo sumo bajo la orientación de algunos “valores humanos”.  Para el Padre Chaminade la necesidad de vivir en la presencia de Dios confirma el lema marianista que enuncia que el corazón de nuestra espiritualidad es el misterio de la Encarnación. No es solo barnizar de espíritu cristiano la realidad concreta de nuestras vidas sino encarnar en ella el germen de la Vida, que es la misma presencia de Dios.

¿Pero en asuntos de negocios donde las reglas de juego muchas veces son tan distintas? ¿No es una ingenuidad? ¿Qué puede saber un cura de hace doscientos años de cómo moverse en estos ámbitos?  Ciertamente el mundo ha cambiado mucho.  Pero sabemos muy bien que el Padre Chaminade no ha sido solamente un cura de sacristía y que durante su larga vida no pocas veces tuvo que estar metido entre cuestiones administrativas, préstamos, acciones inmobiliarias, litigios financieros… en los que se encontró acompañando el crecimiento vertiginoso de sus fundaciones.  Y su convicción es que no sólo como sacerdote estaba llamado a vivir las conversaciones materiales en la presencia de Dios sino que era un llamado a todo cristiano.  Porque las cosas materiales son parte de nuestra realidad humana y en ellas debe manifestarse también el Reino de Dios.  ¡Cómo cambiarían las consecuencias de las decisiones económicas y financieras en el mundo si sus responsables, especialmente los que se proclaman “cristianos”, vivieran su compromiso con la fe sin abandonar la presencia de Dios en su accionar.

Ahora es cierto que no se puede tranquilamente hablar de negocios sin perder la presencia de Dios si no se cultiva una vida interior y espacios concretos de oración personal y lectura de la Palabra de Dios.  Y esto exige esfuerzo, compromiso, voluntad, y también pedir la gracia de vivir en la Presencia del Señor,… por eso el Padre Chaminade no duda en decirle a su destinatario: “Esto es lo que deseo que le conceda el Señor”. Animados por nuestro Padre y Fundador pidamos al Señor que nos conceda la gracia “de pasar de una conversación religiosa a los asuntos materiales sin abandonar” su Presencia. Y de nuestra parte pongamos atención y compromiso para que este deseo se haga realidad.

 Siguiendo las orientaciones del Padre Chaminade cultivemos el hábito de recordar que estamos en la presencia de Dios: al comenzar el día, al salir de casa, al llegar al trabajo, al encontrarnos con alguien, al ocuparnos de los negocios, al pasar de una conversación religiosa a los asuntos materiales.  Sencillamente basta con actualizar en el pensamiento alguna frase como “Renuevo Señor mi fe en tu Presencia” o algún acto sencillo de fe, y dejarlo resonar unos segundos en el corazón.

Una forma distinta es también cantar interiormente algún canto o estribillo con el mismo sentido, como por ejemplo el tan conocido “Dios está aquí”:

 

“Dios está aquí,

tan cierto como el aire que respiro,

tan cierto como la mañana se levanta,

tan cierto como yo le amo y Él me ama a mí”

                                                  AT sm

 

domingo, 27 de julio de 2014

“Si renunciamos a los principios, lo perdemos todo” (Carta 735 - 18 abril 1834. Al P. Lalanne).


La chamifrase 125 – Domingo 27 de julio - 
“Si renunciamos a los principios, lo perdemos todo”  (Carta 735 - 18 abril 1834. Al P. Lalanne).

El Padre Chaminade responde al Padre Lalanne acerca de una serie de asuntos administrativos pero que suponen también algunas cuestiones comunitarias y personales.  Con serenidad y con una visión coherente y prudente el Fundador le recuerda que aún cuando podrían justificarse ciertas acciones que aminoren el efecto de algunas situaciones conflictivas, no puede renunciarse a los principios que sostienen nuestra vida y nuestra misión.  Ni siquiera un posible “bienestar individual” es una razón confiable para apartarse de los fundamentos, porque no estamos solos en el mundo, y nos debemos también al tejido de vínculos afectivos y comunitarios que sostienen la trama de nuestra vida.  Por eso no duda en afirmar que “si renunciamos a los principios, lo perdemos todo”.

Guillermo José conoce bien la realidad de nuestra condición humana y la contradicción inherente a ella misma, que tan claramente expresaba San Pablo en los albores del cristianismo: “Y así, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero” (Rm 7,19). Y conoce también que en los vericuetos del corazón la tendencia a justificar nuestras decisiones y conductas apartadas de los principios evangélicos es también una manifestación habitual.  Él mismo reconoce en su carta que en algunas situaciones decidió y obró apártandose de ciertos principios, aplicando supuestamente “la ley del mal menor” pero que los frutos no fueron los esperados.   Por eso no hay que escandalizarse porque en la vida personal o en la vida de personas cercanas esta dinámica se haga presente.  Lo preocupante es cuando no somos capaces de reconocerla, de aceptar nuestra contradicción humana y nuestras justificaciones que intentan actuar como “barniz santificador” de nuestras acciones.  Y lo dramático es cuando no sólo no se la reconoce sino que se la anuncia y proclama como una noticia positiva y liberadora, y hasta metiendo a Dios en el medio justificando la “felicidad” conseguida.  En estas situaciones no hay lugar para la sanación interior, ni para el prudente discernimiento del camino a recorrer ni para construir “sobre roca” la propia existencia. Por eso el Padre Chaminade, sin una postura recalcitrante ni anticuada, sino sencillamente realista no duda en afirmar que “si renunciamos a los principios, lo perdemos todo”.

Nos encontramos hoy con una sensibilidad exagerada y una susceptibilidad desmedida frente a acciones y situaciones necesitadas en primer lugar de una sana autocrítica y de una aceptación cordial de la crítica constructiva que pueden aportarnos los demás.  Es cierto que en otros contextos, que ya son parte de la historia, los juicios sobre las personas en nombre de los principios religiosos, familiares o sociales destruían muchas existencias.  Todavía hoy corremos el peligro de cierto “puritanismo” en nuestros ambientes.  Pero a veces nos hemos pasado al otro extremo, nada es plausible de una crítica constructiva porque es una ofensa a la persona que “libremente” decide sobre su propio destino.

Aceptar con realismo las contradicciones de nuestra vida y de la vida de los demás no implica un juicio descalificativo a nuestro “ser humano”.  Nombrar “las acciones por su nombre” no implica descartar el respeto y la comprensión hacia la persona que es responsable de las mismas. Aceptar la realidad del pecado y confesarlo como tal, no se contradice con la aceptación misericordiosa de quien tiene la responsabilidad (personal o colectiva) sobre el mismo.  Los fundamentos éticos y morales de la vida personal, comunitaria y social no pueden ser desechados con tanta liviandad, aun cuando haya una búsqueda sincera de la felicidad. Porque desde el inicio esa búsqueda estará viciada en sí misma y será un obstáculo para construir aquello que con tanta vehemencia se desea.

Escuchemos a nuestro Padre y Fundador, vivamos con realismo nuestra vida, aceptando cordialmente la contradicción inherente a nuestra propia naturaleza humana, porque en esa misma realidad de nuestra vida reside la esperanza de desplegar lo mejor que hay en esa misma condición humana, creada “a imagen y semejanza” de su creador.   Si perdemos el rumbo, si justificamos nuestras propias bajezas, dificilmente podremos construir una vida en la confianza y con esperanza.  Solo podremos construir “castillos en el aire”, porque “si renunciamos a los principios, lo perdemos todo”.

Hagamos un momento de silencio, y en la presencia amorosa y misericordiosa de nuestra Dios presentémonos con nuestra propia realidad, con sus luces y con sus sombras, con nuestras infidelidades al proyecto del Reino y con nuestra adhesión profunda a su Persona.  Solos frente a Él, que conoce hasta lo más profundo de nuestro ser, bajemos los muros de las justificaciones y dejemos que su gracia sane nuestro corazón y nos levante despertando la luz auténtica que habita en cada ser humano, y con la fuerza de su Espíritu que es verdad y auténtica libertad, repitamos con humildad y confianza: “si somos fieles a tus principios, lo ganamos todo”.  Amén.

AT sm

 

domingo, 20 de julio de 2014

“Si quieres llevar con provecho tu carga, únete a Jesucristo, que la llevó junto con las miserias de todos los pecadores. El espíritu de Jesucristo te animará, te fortalecerá y te hará encontrar dulce y ligero lo que ahora estimas amargo y pesado.” (Carta 587 - 15 abril 1831. Al Sr. Perriguey).


La chamifrase de la semana 124 – Domingo 20 de julio
“Si quieres llevar con provecho tu carga, únete a Jesucristo, que la llevó junto con las miserias de todos los pecadores. El espíritu de Jesucristo te animará, te fortalecerá y te hará encontrar dulce y ligero lo que ahora estimas amargo y pesado.”  (Carta 587 - 15 abril 1831. Al Sr. Perriguey).

Encontrar sentido a llevar el peso de la “carga” de la vida suele ser un tema conflictivo para cualquier persona, pero si además le agregamos que hay que llevarla como Jesús lo hizo,  y con la conocida acotación de que él cargó mucho más sobre sí que nosotros en la cruz (y sin merecerlo como nosotros), puede generar aún más rechazo a un paradigma de la fe cristiana que ya no convence a nadie.  Por eso es importante encontrarle un sentido auténtico y que nos ayude a caminar en la vida con fe y no quedarnos con un pasivo espíritu de resignación o un rechazo sin más a este tipo de propuesta espiritual caduca.  La clave para los cristianos de todos los tiempos es volver al Evangelio.  Y esto es lo que hace el Padre Chaminade con este consejo a uno de sus discípulos que está pasando por un momento difícil y con una “carga” que ya no puede soportar. Detrás de sus palabras, resuenan aquellas palabras de Jesús que nos trasmite el Evangelista Mateo: “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana» (11, 28-30).                 

Frente a las “cargas” que la vida nos impone, estamos llamados a una actitud realista, reconociendo lo que nos cuesta e implica, y desde la fe sabemos que no estamos solos, que Jesús camina con nosotros.  Unidos a Él encontraremos el ánimo y la fuerza que necesitamos.  Apoyados en Él encontraremos el alivio y el descanso a tanta aflicción y agobio que a veces se nos acumula.  En comunión con Él, podremos “encontrar dulce y ligero lo que ahora estimas amargo y pesado”. Caminando a su lado y dejándolo caminar a nuestro lado podremos corrernos de la queja y de buscar respuesta a tantos “¿por qué?”, y encontrar un horizonte de sentido donde las “cargas” pesadas de la vida dejen de ser obstáculos para transformarse en oportunidades para vivir desde la fe una vida más plena. 

No se trata de buscar respuestas espiritualistas ni de soportar ascéticamente las “cargas” de la vida.  Movidos por el “Espíritu de Jesucristo” podremos levantar la mirada y vislumbrar caminos de esperanza. Animados por nuestro Padre y Fundador dejémonos conducir por el Espíritu y así al “llevar con provecho” nuestra carga unidos a Jesús, podamos también invitar a quienes viven aplastados por las “cargas” de la vida: Vamos a Él, porque unidos a Jesús, encontraremos alivio, ánimo, fuerza y verdadero sentido a nuestro caminar por la vida.

Aquí estoy Señor,

vengo cansado y agobiado

por las “cargas” que la vida me impone.

A veces el agobio y el peso es tan grande

que siento que ya no tengo fuerzas para seguir adelante.

Aquí estoy Señor

con el deseo profundo de unirme a Ti

para “llevar con provecho” esta carga tan pesada,

para salir del pozo de la resignación mal llamada “cristiana”

y de una religión del sufrimiento y el sacrificio.

Aquí estoy Señor,

lléname de tu Espíritu que me animará y

me regalará la fuerza interior que necesito,

ayudándome a encontrar dulce y ligero

lo que ahora considero amargo y pesado.

 Aquí estoy Señor,

en mi corazón resuena tu llamado: “Vengan a mí”,

y tu sola Presencia me alivia y descansa,

y me abre una puerta nueva para caminar

con esperanza y sentido una vida más plena.
 
Amén.
                                                                                                   AT  sm

 

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domingo, 22 de junio de 2014

“Debes mantenerte con respeto ante el Santísimo Sacramento; considera a la luz de la fe esos divinos anonadamientos, y esa luz de la fe producirá en ti un sentimiento profundo de humildad” (Carta 1210 - 30 junio 1840. A Claude Mouchet).


La chamifrase de la semana 123 – Domingo 22 de junio – Corpus Christi
“Debes mantenerte con respeto ante el Santísimo Sacramento; considera a la luz de la fe esos divinos anonadamientos, y esa luz de la fe producirá en ti un sentimiento profundo de humildad” (Carta 1210 -  30 junio 1840. A Claude Mouchet).

 El respeto y la adoración del Santísimo Sacramento es una tradición que los cristianos hemos cultivado desde hace muchos siglos.  Es cierto que en ciertos momentos el oro y las piedras preciosas de las custodias que lo portaban o la fastuosidad de las celebraciones litúrgicas en su honor, hicieron perder el sentido profundo del respeto y la adoración al Santísimo Sacramento.
El Padre Chaminade invita a uno de sus discípulos a mantenerse con respeto frente al Santísimo Sacramento y a considerar a la luz de la fe “esos divinos anonadamientos”.  Es que en el Pan de Vida descubrimos a Jesús, Dios y Hombre, anonadado tanto en su divinidad como en su humanidad, como pasando desapercibido.  ¿Cómo el Rey de Reyes, el Todopoderoso, el Eterno y el Infinito,… escondido en un pedazo de pan? ¿Cómo el Dios encarnado, que puso su tienda entre nosotros,… escondido en un Sagrario?.  La fe juega aquí un papel esencial, reconociendo la presencia real de Jesucristo, Dios y Hombre, que se empeña como en el Portal de Belén  o en la vida oculta en Nazareth, a hacerse presente y hacer presente el misterio de la salvación a través de esa condición sencillamente “anonadada”.   Cuando en la fe podemos reconocerlo entonces podemos experimentar que ese modo de hacerse presente nos invita también a nosotros a vivir de esa manera.  Por eso Guillermo José no duda en afirmar: “Su fe crecerá poco a poco, y le hará cumplir como habitualmente, al menos de corazón, el primer deber de los cristianos para con Dios; el de la adoración y el anonadamiento”.

¡Qué difícil vivir con una actitud de “anonadamiento” en un mundo donde parece que lo importante es hacerse propaganda, publicitar los propios logros, vivir pendiente de lo que los demás puedan opinar y admirar (y por qué no envidiar) de nuestras vidas!  Ciertamente, cómo también le pasó a Jesús, tenemos que salir de nosotros mismos para anunciar el Evangelio.  Hoy los medios de comunicación nos dan la posibilidad de ampliar el anuncio y llegar todavía a más personas.  Si como Jesús, hemos sabido estar presentes en la sencillez del anonadamiento también sabremos estar como Él, con una presencia humilde pero significativa en medio de los demás.
Y junto con este modo de vivir al estilo de Jesús, modo que pasa sobre todo por la sencillez del corazón, necesitamos también adorarlo, porque Él es nuestro único Señor.  La adoración ha perdido también prensa en las oraciones contemporáneas.  Pedimos mucho, a ver si conseguimos algún milagro.  En ciertas ocasiones la evidencia de nuestras actitudes egoístas no lleva a pedir perdón.  A veces nos acordamos de agradecer.  Pero pocas veces sencillamente adoramos la presencia de nuestro Dios, que se nos revela en Jesucristo.  Quizás sea justamente porque nuestro inconsciente colectivo sigue asociando “Dios” a grandes manifestaciones externas y como no lo encontramos en la presencia sencilla y encarnada de Jesús, entonces nos buscamos tantos ídolos para adorar en nuestras vidas y saciar nuestra sed de “dios”. 
De la mano de nuestro Padre y Fundador, renovamos nuestra actitud de respeto al Santísimo Sacramento, considerando a la luz de la fe esos divinos anonadamientos y esa luz de la fe producirá en nosotros un profundo sentimiento de humildad.  Nuestra fe irá creciendo poco a poco, y nos llevará a cumplir de corazón el deber de adoración a nuestro Dios.  Adorándolo en el Santísimo Sacramento, aprenderemos también a adorarlo en las “custodias” de carne y hueso  que cada día nos cruzamos, los hermanos y las hermanas, especialmente los que más sufren,  que portan la presencia de Dios“anonadado” en su interior.
Oremos con la hermosa oración “Adoro te devote”, uno de los cinco himnos escritos por Santo Tomás de Aquino a pedido del Papa, cuando en 1264 se comenzó  a celebrar la Fiesta del Corpus Christi.  Podemos percibir también al rezarla, algunas expresiones que bien tenía incorporadas el Padre Chaminade y que están en el fundamento de las reflexiones que hemos compartido:

 Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte.

Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios: nada es más verdadero que esta Palabra de verdad.

En la Cruz se escondía sólo la Divinidad, pero aquí se esconde también la Humanidad; sin embargo, creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido.

No veo las llagas como las vió Tomás pero confieso que eres mi Dios: haz que yo crea más y más en Ti, que en Ti espere y que te ame.

¡Memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que das vida al hombre: concede a mi alma que de Ti viva y que siempre saboree tu dulzura.

Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego, que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar tu rostro cara a cara, sea yo feliz viendo tu gloria.

Amén.

                                                                                      AT sm

 

miércoles, 18 de junio de 2014

“Creo que cuando los tiempos son más duros y difíciles, debemos entregarnos más a una verdadera oración y hacer que la fe siga creciendo en nosotros.” (Carta 581 - 2 marzo 1831. Al P. Lalanne).


La chamifrase de la semana122 –  Miércoles 18 de junio – Taller de Oración XIII

“Creo que cuando los tiempos son más duros y difíciles, debemos entregarnos más a una verdadera oración y hacer que la fe siga creciendo en nosotros.” (Carta 581 - 2 marzo 1831. Al P. Lalanne).


 El Padre Chaminade conoció a lo largo de su vida diversos y variados tiempos “duros y difíciles”. Y desde su propia experiencia invita al P. Lalanne a poner el acento en lo esencial y a buscar el sostén en Aquél que sabemos que siempre está y nunca nos abandona.  Por eso es que no duda en afirmar que “cuando los tiempos son más duros y difíciles, debemos entregarnos más a una verdadera oración y hacer que la fe siga creciendo en nosotros”.  No se trata de una actitud de resignación frente a las inevitables dificultades de la vida o una frase religiosamente correcta para un Padre Fundador.  Es una convicción profunda y probada en su propia vida, que se convierte en camino compartido.  De hecho el Padre Chaminade, está nuevamente pasando momentos duros y difíciles, y por las consecuencias de revueltas sociales y políticas tiene que dejar Burdeos, consciente además que en diversos lugares hay dificultades que solucionar y que no puede estar al mismo tiempo en todos lados para responder a esas necesidades.

 Entregarse a una “verdadera oración”, o sea a un encuentro sincero con el Señor, que está siempre esperándonos para sostener nuestras fuerzas y animarnos a no perder la esperanza.  Y hacer que “la fe siga creciendo en nosotros”.  Los tiempos “duros y difíciles” son siempre una valiosa oportunidad para purificar las motivaciones de nuestra fe y crecer en ella. Guillermo José sabe por dónde caminar y comparte su hoja de ruta con sus discípulos.
 
Pero además no puede dejar de agregar: “También creo que, por su poderosa intercesión, la Santísima Virgen nos conseguirá la tranquilidad y la paz”.  No podía ser de otra manera.  Cuando “los tiempos son más duros y difíciles”, Ella también está con nosotros y la paz que necesitamos para afrontarlos, es un don que podemos conseguir de su cercana y maternal intercesión.  El Padre Chaminade, no puede olvidarse de la presencia constante de María, y no deja de tomarse de su mano, especialmente cuando los tiempos “son más duros y difíciles”.

Cuántas veces en la vida cuando nos encontramos transitando tiempo más duros y difíciles, sentimos la tentación de abandonar el camino, de dejarnos arrastrar por la desilusión y el desencanto, de darle la razón a las situaciones y a las personas que buscan  y a veces con religiosas razones el fracaso de nuestro compromiso con el Proyecto del Reino de Jesús.  Nuestro Padre y Fundador, no deja de alentarnos con el testimonio de su vida, y por eso sus palabras siguen haciendo eco en nuestra mente y en nuestro corazón: “Creo que cuando los tiempos son más duros y difíciles, debemos entregarnos más a una verdadera oración y hacer que la fe siga creciendo en nosotros.”  Y también nos ayuda a fijar la mirada en nuestra Madre y a repetir de corazón con él: “También creo que, por su poderosa intercesión, la Santísima Virgen nos conseguirá la tranquilidad y la paz”.  Y sabiéndonos acompañados por su propia presencia e intercesión, nos animamos a repetir finalmente junto a Guillermo José: “Recemos con insistencia y perseverancia”.

                                                            Señor Jesús,

cuando los tiempos son más duros y difíciles,

necesitamos entregarnos más a una verdadera oración,

porque sólo Tú puedes sostenernos y animarnos a seguir caminando

por las huellas de tu Evangelio,

sin caer en la tentación del cansancio y el desencanto.

Señor Jesús,

cuando los tiempos son más duros y difíciles,

necesitamos hacer que la fe siga creciendo en nosotros,

y así sea tanto un ancla que nos aferra a tu Presencia

como una mirada que nos permite tener un horizonte de sentido,

para no dejarnos hundir en el abismo del fracaso y la desilusión.

Señor Jesús,

cuando los tiempos son más duros y difíciles,

necesitamos renovar nuestra confianza en nuestra Madre,

seguros que de su maternal intercesión

conseguiremos la paz y la tranquilidad que nos hace falta,

y podremos seguir adelante con alegría y esperanza.

 
Señor Jesús,

cuando los tiempos son más duros y difíciles,

nos sentimos necesitados de tu ayuda,

y por eso con nuestro Padre y Fundador,

repetimos con convicción

“Recemos con intensidad y perseverancia”.

                                                      Amén

 

                                                                                     AT sm

 

miércoles, 4 de junio de 2014

“Cuando los Apóstoles esperaban la venida del Espíritu Santo, eran constantes en la oración: así que el primer consejo que para ti me dicta mi afecto paternal es que te introduzcas en la oración”. (Carta 384 - 18 de diciembre de 1825. A un religioso de la Compañía, Burdeos)


La chamifrase de la semana 121 –  Miércoles 4 de junio. Taller de Oración XII  Esperando un nuevo Pentecostés

“Cuando los Apóstoles esperaban la venida del Espíritu Santo, eran constantes en la oración: así que el primer consejo que para ti me dicta mi afecto paternal es que te introduzcas en la oración”. (Carta 384 - 18 de diciembre de 1825. A un religioso de la Compañía, Burdeos)

El Padre Chaminade está acompañando a un religioso que está en un momento de crisis y desorientación, y que busca encontrar una salida a su situación existencial y espiritual.  Solo el Espíritu Santo puede aportar una luz sobre las sombras que está experimentando y recuperar aquello que parece ya no tiene remedio.  El Fundador apela a la Escritura para fundamentar su orientación: “Cuando los Apóstoles esperaban la venida del Espíritu Santo, eran constantes en la oración” (Cf. Hech. 1,14; 2,1).  Y sin rodeos le aconseja con claridad lo primero que tiene que hacer: “así que el primer consejo que para ti me dicta mi afecto paternal es que te introduzcas en la oración”.

A simple vista puede parecer un consejo simplista y hasta con cierto corte espiritualista.  Pero si ahondamos en él podemos comprender que no se trata solamente de una mirada teísta, sino que la decisión personal de “ponerse en oración” implica ya una transformación interior.  Reconocer que necesitamos del Espíritu implica reconocer que nuestra mirada es corta y a veces demasiado pegada a nuestras propias fragilidades y a nuestros conflictos interiores.  Sólo cuando puedo reconocer que sólo no puedo estoy preparado para dar otro paso aún más significativo: “pedir” la ayuda del Espíritu Santo. 

El Señor no necesita que le pidamos su Espíritu para saber que lo necesitamos.  Él quiere permanentemente regalarnos la presencia del Espíritu en nuestras vidas, y no necesita que le mendiguemos su ayuda para despertar su amor generoso por nosotros.  Pero nosotros si necesitamos aprender a “pedir” el Espíritu.  Y no se trata de una actitud obsesiva y compulsiva pidiendo la acción milagrosa del Espíritu.  Se trata de preparar el espacio interior para que pueda ser habitado por el Espíritu que no deja de venir a nuestro encuentro.  

Guillermo José sabe que no hay posibilidad de acoger y dejar actuar el Espíritu en nuestra vida si no hay una “preparación previa” que nos da la oración.  Es en ella, donde nos encontramos con nuestra propia realidad y así nos presentamos al Señor, y es en esa realidad en la que el Espíritu desea encontrar su casa, y regalarnos su presencia que es Amor que sana y transforma desde lo más profundo de nuestro interior nuestras vidas.

Cuántas veces frente a situaciones de crisis y desorientación buscamos soluciones que rápidamente nos quiten la angustia o la ansiedad que las mismas nos provocan.  Cuántas veces en nuestras vidas creemos que “somos libres” para decidir lo que necesitamos sin que nadie nos ayude a confrontar nuestra propia vida o nos oriente compartiendo su propia experiencia. Cuántas veces nos declaramos cristianos y creyentes en Dios pero a la hora de tomar decisiones fundamentales en nuestra vida  nos “olvidamos de consultarle que le parece”.  Cuántas veces bajamos los brazos y creemos que no podemos cambiar y optamos por agrandar el espacio interior oscuro y reprimido, y no nos animamos a presentarnos con nuestra realidad al Señor para que su Espíritu pueda habitarnos y transformarnos.  Cuántas veces en este mundo del consumo y el mercado pensamos que podemos comprar lo que necesitamos para estar bien, y renunciamos a “pedir” Aquello que no se compre ni vende, y que es regalo gratuito para quien acepta profundamente la necesidad de su Presencia.

Dejemos que nuestro Padre y Fundador también nos regale hoy a nosotros su consejo: “Cuando los Apóstoles esperaban la venida del Espíritu Santo, eran constantes en la oración: así que el primer consejo que para ti me dicta mi afecto paternal es que te introduzcas en la oración”.

Aquí estoy Señor,

abriendo mi corazón para entrar en oración.

Como los Apóstoles cuando esperaban la venida del Espíritu Santo,

yo también quiero ser contante y perseverar en la oración.

Tú sabes Señor que me cuesta.

Creo profundamente en tu Presencia y te agradezco la posibilidad

de haber experimentado en mi vida

la fuerza amorosa y transformadora de tu Espíritu.

Pero la “falta de tiempo”,

“las preocupaciones y ocupaciones cotidianas”,

“las heridas de mi pasado que no me dejan ser auténticamente libre”,

“la angustia y la ansiedad que me generan los conflictos que llegan a mi vida”,…

me hacen perder el horizonte y termino olvidando que necesito volver a encontrar

ese espacio genuino de encuentro contigo que es la oración:

para presentarme sin miedos con mi propia realidad,

reconociendo mis fragilidades y aceptando humildemente que no puedo solo,

y animándome a pedir con insistencia la venida de tu Espíritu

 

Yo sé que vos no necesitas que te pida lo que necesito,

Pero comprendo que yo sí necesito “pedir lo que necesito”.

No para tirarte el problema y esperar tu acción milagrosa,

sino para abrir mi espacio interior, con sus luces y sus sombras,

y dejarme habitar por tu Espíritu Santo:

que es Amor gratuito que sana

y transforma desde lo más profundo de mi ser.

 

Por eso Señor,

una y otra vez necesito volver a ponerme en oración,

y a intentar ser constante y perseverante en ella,

pidiendo con sencillez y confianza:

Ven, Espíritu Santo, ven.

                                                                                                                AT sm

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