domingo, 29 de diciembre de 2013

“¡No nos cansemos de tener paciencia!” (Carta 627 - 24 mayo 1832. A Clouzet).

La chamifrase de la semana 107 – Domingo 29 de diciembre de 2013.

“¡No nos cansemos de tener paciencia!” (Carta 627 - 24 mayo 1832. A Clouzet).

La obra educativa de Saint Remy creció y se desarrolló constituyéndose en un verdadero centro evangelizador para toda la zona.  El Padre Chaminade había enviado a varios de los primeros y más destacados religiosos: Lalanne, Clouzet, Chevaux,… Se suceden las dificultades administrativas y económicas, pero lo más difícil es lograr que todos los hermanos, más allá de sus valiosos aportes personales, avancen construyendo un camino común.
No faltan caprichos, justificaciones a la “libertad y autonomía personal”, sentimientos de no ser reconocido adecuadamente, demandas nacidas de las propias compulsiones, celos, comentarios por detrás,… y no falta además quien  con “sólidos argumentos autojustificadores”: “se corta solo”.  ¿Pero cómo esta gente con tantos dones, con tantas capacidades, con tanta experiencia en la conducción de otras personas,… no pueden darse cuenta que caen permanentemente en estas trampas y no son auténticamente libres a la hora de tirar del mismo carro? ¿Cómo es que con tantas posibilidades de crecimiento personal y con tanta experiencia en el guiar a otros no pueden guiarse a sí mismos?
Se repiten las cartas de Clouzet al Fundador, quien le pide una y otra vez: ¡paciencia!. Paciencia con los demás y paciencia consigo mismo, porque claro que Clouzet también tendría lo suyo. Y no solo paciencia, sino además no cansarse de tener paciencia.  Bien conocía el Padre Chaminade también la poesía de Santa Teresa que afirma: “la paciencia todo lo alcanza”.
Guillermo José conoce muy bien que las mayores dificultades en la andadura del Proyecto misionero que le ha sido inspirado son las mismas personas con las que cuenta.  Para las dificultades de otro tipo se encuentran solución con una gestión creativa o se las pone en las manos de la Providencia.  Pero el complejo entramado de los sentimientos y actitudes humanas son un verdadero misterio… nunca se sabe cuándo cada persona dejará descansar finalmente sus insatisfacciones internas en las manos del Señor y se dejará conducir verdaderamente por el Espíritu.  Y no es cuestión de una decisión puntual, sino un proceso que una y otra vez nos reclama la vida cuando la vivimos con autenticidad y aceptación de las propias limitaciones.  No importan los títulos obtenidos, los cargos ocupados, ni siquiera la experiencia adquirida,… todas las personas necesitamos una y otra vez transformarnos a imagen del hombre nuevo desvitalizando el hombre viejo que no se resigna abandonarnos. 
Con nuestro Padre y Fundador, sepamos poner la mira en el horizonte que el Espíritu nos abre, y cuando nos toque animar a otras personas en la comunidad, en el trabajo, en una institución, “no nos cansemos de tener paciencia”.

Señor Jesús que aprendiste a ser paciente con tus discípulos,
sabiendo esperar sus tiempos
y aceptando la dificultad de transformar sus propias visiones
para vivir con libertad la lógica de tu Reino,
ayúdame a crecer en la capacidad de ser paciente
conmigo mismo y con los demás,
y que en las situaciones en las que me toca animar a otras personas,
nunca me canse de tener paciencia,
así como Tú nunca te cansas de tenerme paciencia.
Amén

ATsm


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martes, 24 de diciembre de 2013

“El reino de Dios y la Iglesia ¿se implantaron en la tierra con esplendor y usando los medios dictados por la razón humana? Jesucristo, interrogado por los fariseos sobre la venida del Reino de Dios, les respondió:«El Reino de Dios no viene aparatosamente, y no se podrá decir: “Está aquí” o “Está allí”.(Carta 980 - 24 julio 1837. Al P. Baillard, párroco de Fabières).

La chamifrase 106 – 24 de diciembre – NOVENA DE NAVIDAD  9
“El reino de Dios y la Iglesia ¿se implantaron en la tierra con esplendor y usando los medios dictados por la razón humana? Jesucristo, interrogado por los fariseos sobre la venida del Reino de Dios, les respondió:«El Reino de Dios no viene aparatosamente, y no se podrá decir: “Está aquí” o “Está allí”.(Carta 980 - 24 julio 1837. Al P. Baillard, párroco de Fabières).

Si queremos reconocer el modo en el que Dios se manifiesta y reina, tenemos que ir al Evangelio y contemplar a Jesús caminando de pueblo en pueblo, anunciando con sus palabras y sobre todo con sus gestos la Buena Noticia del Reino.  ¿Cómo Dios puede manifestarse con tanta sencillez? ¿Es realmente el Eterno y el Todopoderoso? ¿Cómo en su Presencia no se producen cataclismos y hechos portentosos? ¿Dónde están los ejércitos celestiales y dónde cantan los coros de ángeles, arcángeles y serafines?
El mismo Jesús lo expresa claramente: “El Reino de Dios no viene aparatosamente” y no se podrán identificar lugares especiales donde encontrarlo “porque el Reino de Dios está entre ustedes” (Lc, 17,20-21).  Ya no hay lugares sagrados y lugares profanos, porque el Reino de Dios está entre nosotros, y crece desde la cotidianeidad de nuestra historia humana.  El mundo y la humanidad son sagrados, no solamente porque son creación de Dios, sino porque Dios se ha hecho hombre, y ha unido para siempre su divinidad con nuestra humanidad.  Por eso su Presencia nos habita y nos trasciende.
El Padre Chaminade está pensando en los pasos a dar para una nueva fundación.  Y justamente, la sencillez y la pobreza con la que ésta va a comenzar es para él un signo de que es una obra de Dios.  Porque así nace lo que viene de Dios.  Ya habrá tiempo de que la semilla crezca y dé fruto abundante.
Todos los años, la Navidad es una ocasión privilegiada para volver a reconocer cómo Dios se manifiesta.  Lo hace como en Belén, hace más de dos mil años, en un bebé recién nacido envuelto en pañales en brazos de su madre. No terminamos de aceptar que Dios quiera manifestarse así.  Y por eso llenamos la Navidad de adornos, de luces, de comida, de bebidas, de regalos, de…  Es cierto que cuando uno está contento y celebra algo tan hermoso como la Buena Noticia de que Dios está con nosotros y quiere seguir estándolo, no está mal que se note.  Pero no nos vendría mal además, tomarnos unos minutos de silencio, para contemplar al recién nacido en el pesebre. Para dejar que la alegría serena y auténtica que nace desde lo más profundo de nuestro ser cuando le dejamos a Jesús volver a nacer en nosotros, sea el signo más fuerte de la Navidad. Y nos ayude a tener la mirada del corazón necesaria para que podamos reconocerlo durante todo el año, allí donde se manifiesta en la sencillez y en la pobreza, y en el rostro de nuestros hermanos que más sufren en donde el Señor nos está esperando,…para que su Reino siga estando en medio de nosotros.
Que nuestro Padre y Fundador nos enseñe a tener un corazón capaz de reconocer al Señor en lo sencillo y cotidiano, y a comprometernos en el anuncio del Reino con esa misma sencillez. 

Guillermo José,
ayúdame a contemplar al niño de Belén
con una mirada humilde y un corazón sencillo
para poder reconocerlo con alegría
y dejar que su Presencia llene mi vida entera.

Guillermo José,
enseñáme a vivir y trabajar con sencillez,
para que en mis palabras y en mis acciones,
pueda manifestarse la Presencia del Señor
que me llama a seguirlo y a continuar su misión.

Guillermo José,
anímame a reconocer sin miedo ni preocupaciones exageradas
que lo que viene de Dios siempre comienza con sencillez,
porque el Reino de Dios ya está entre nosotros,
solo nos falta hacerle un poco más de espacio.

Amén

                
ATsm


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Mensaje del redactor, P. Andrés Tocalini,sm

Queridos lectores de la Chamifrase. En esta Novena de Navidad han recibido un “bombardeo de chamifrases”. Ellas marcan un pequeño sendero para profundizar en la persona de Jesús, que es el centro de nuestra fe.  Quizás estos días pudiste leerlas y meditarlas, o lo puedes hacer en los días siguientes, o por qué no también en las próximas vacaciones.  El redactor te confiesa que también para él ha constituido en medio de tantas actividades y situaciones que responder a fin de año, una hermosa oportunidad para contemplar al Señor y compartir contigo sus reflexiones y oraciones, no es un trabajo intelectual sino un compartir que nace de la propia rumia personal.  Y con la fe renovada en Jesús, el Emanuel, el “Dios con nosotros”; te desea una Feliz Navidad de Paz, de Luz y de Amor.    AT sm

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lunes, 23 de diciembre de 2013

“Tenemos la fuente de todas las gracias en Jesucristo, que está en nosotros, que nos pertenece, y en cuya fuente tenemos el medio para beber; ese medio es la fe” (Carta 598 - 7 agosto 1831 - Al Sr. Etignard).

La chamifrase 105 – 23 de diciembre – NOVENA DE NAVIDAD  8

Tenemos la fuente de todas las gracias en Jesucristo, que está en nosotros, que nos pertenece, y en cuya fuente tenemos el medio para beber; ese medio es la fe” (Carta 598 - 7 agosto 1831 - Al Sr. Etignard).

El Sr. Etignard está pasando un momento de crisis en su vida.  Se le hace “espantosamente difícil” poder acertar en su discernimiento y en su fidelidad a su vocación. Le pide al Fundador que le permita hacer unos retiros especiales para poder encontrar el camino.  Pero no quiere hacerlo en su comunidad por el posible “qué dirán” de los hermanos.  La respuesta es contundente y sin vueltas.  El problema es que a veces en el camino de la vida pretendemos seguir bebiendo de algunas fuentes que se han secado o buscamos beber de aquellas fuentes que no tienen las aguas de vida que realmente necesitamos.  El Padre Chaminade en su respuesta es claro: “Tenemos la fuente de todas las gracias en Jesucristo”.  Esa fuente jamás se agota, y siempre tenemos acceso a ella porque“está en nosotros, nos pertenece”.  Y además tenemos el medio para beber de esa fuente: “ese medio es la fe”
La fe nos ayuda a reconocer en Jesús esa fuente de donde proceden las gracias que necesitamos para vivir y ser felices.  Tenemos que animarnos a beber de esa fuente, con la confianza en Dios que quiere llenar nuestra vida con su amor y transformarla con su Espíritu.  El Señor obra su salvación en nosotros y nosotros “lo ayudamos” caminando desde le fe porque como afirma además Guillermo José: Tenemos también el medio para acrecentarnuestra fe, para hacerla siempre más viva: son las buenas obras”.
Para el Padre Chaminade estos principios son fundamentales para comprender el dinamismo de nuestra vida cristiana.  Sabemos que “la obra” en nosotros es esencialmente de Dios, pero necesitamos abrirnos a su acción y comprometernos en la misma dirección.  Así se lo expresa al Sr. Etignard: “Cuando comprendas estos primeros principios ya no dirás "es difícil, y mucho menos, es espantosamente difícil".
Guillermo José, con su sabiduría adquirida en tantos años de acompañar a sus hijos/as espirituales, entiende que no es fácil para el Sr. Etignard comprender sus orientaciones. Sabe que en los momentos de crisis la capacidad de discernimiento está llena de nubarrones que no dejan ver la luz. Y se lo dice con total claridad: “No creas fácilmente que hay exageración en lo que te digo, ni que no te comprendo perfectamente. Eres tú. quien debe preguntarme si no me comprendes”.
En medio de las situaciones críticas de nuestra vida, tendremos que preguntarle al médico el origen de nuestras dolencias físicas y al psicólogo el origen de nuestros traumas,… pero para qué estamos en la vida y cuál es el camino que nos corresponde, tendremos que preguntarle al Señor Jesús, porque en Él “tenemos la fuente de todas las gracias”.
Los tiempos fuertes del año, como el tiempo de Pascua o de Navidad, son tiempos para que ayudados por la liturgia cristiana volvamos a beber de la fuente, por medio de la fe, renovando nuestra confianza en el Señor.  Es el mejor modo de mantener el corazón “aceitado” para que cuando se acercan los nubarrones de las crisis podamos vivirlas y transitarlas con espíritu de fe.
Renovemos de la mano de nuestro Padre y Fundador nuestra esperanza y no nos entrampemos en “las dificultades”, porque tenemos la fuente de todas las gracias en Jesucristo, que está en nosotros, que nos pertenece, y en cuya fuente tenemos el medio para beber; ese medio es la fe”.
Oremos con el Padre Chaminade (Escritos de Oración 567 b):
“Señor, Tú me estás viendo incesantemente;
me estás observando continuamente,
unas veces para librarme de las acechanzas de mis enemigos,
otras veces para inspirarme santos pensamientos,
o para sostenerme en mis luchas.
Y, sin embargo, no acierto a verte ¡Dios mío!...

Ya los estás viendo, Dios mío:
quiero considerarme como algo grande.
La vanidad llena mi corazón y el orgullo hincha mi espíritu…
Olvido que soy criatura y que Tú eres mi Creador.
Te olvido sin cesar y desconozco la mano paternal
que me alimenta, me viste, me defiende y me conserva.

¡Dios mío! Haz que yo me vea a mí mismo tal como soy…
Haz Señor que yo te conozca y que me conozca.
Creo en tu divina presencia;
pero mis obras atestiguan que miserable y que imperfecta es mi fe.
Mi orgullo mismo no me permite ponerlo en duda.
Auméntame, pues, la fe.  Haz que sea más operante.”

Amén
ATsm

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domingo, 22 de diciembre de 2013

“La fe nos lleva rápidamente a la conformidad con Jesucristo, en quien encontramos la fuente de todas las virtudes”(Carta 607 - 5 noviembre 1831. A Clouzet).

La chamifrase 104 – 22 de diciembre – NOVENA DE NAVIDAD  7

“La fe nos lleva rápidamente a la conformidad con Jesucristo, en quien encontramos la fuente de todas las virtudes”(Carta 607 - 5 noviembre 1831. A Clouzet).

El Padre Chaminade no se cansa de repetir a sus discípulos que el objetivo fundamental de la vida cristiana y por lo tanto de la vida marianista, es el llegar a “la conformidad con Jesucristo”. La fe del corazón es la vía regia para alcanzar este fin.  Por la fe, nos abrimos al encuentro íntimo con Jesús y sentimos su llamado a seguir sus huellas asumiendo como fundamento de nuestro ser y nuestro obrar su Evangelio.  Pero, ¿en qué consiste concretamente llegar a “la conformidad con Jesucristo”? ¿Es aceptar su propuesta evangélica? ¿Es imitar sus virtudes? ¿Es obedecer a sus mandamientos?  Guillermo José nos lo explica “citando” al mismo Jesús: “Jesucristo nos lo va explicar. Si alguno, nos dice, quiere venir en pos de mí, imitándome, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga: que haga las mismas cosas que yo, y de la misma manera, que sufra como yo, que busque lo que yo busco, que evite lo que yo evito, que ame lo que yo ame, que odie lo que yo odio, que practique las mismas virtudes; que haga de mi voluntad la regla de su vida, como yo he tomado la voluntad de mi Padre por regla de la mía; que destruya en sí al Adán viejo para formar la imagen del nuevo: que sea una imagen tan clara de él, que los que los vean se figuren que ven a otro Jesucristo” (Escritos de Dirección II, 322).
Llegar a “la conformidad con Jesucristo” comienza por imitar sus virtudes pero va mucho más allá, porque implica dejar que el mismo Espíritu que condujo a Jesús nos conduzca también a nosotros.  Es cierto que nuestra experiencia nos revela que aunque tenemos claro qué significa ser cristiano y seguir a Jesús, y hemos renovado tantas veces nuestro propósito interior de vivir según su Evangelio, nos encontramos una y otra vez recomenzando el camino.  Pero esto más que una causa de desconfianza pesimista en la debilidad de nuestra condición humana, tiene que ser el motivo por el cual una y otra vez, nos abrimos para escuchar  el llamado del Señor y ponernos en camino.  Él confía en nosotros, el conoce nuestra fragilidad pero también nuestra posibilidad, no se olvida que hemos sido creados de barro pero “a su imagen y semejanza”.  Él nos espera y nos anima, él nos pide esfuerzo y compromiso, pero no nos deja solos sino que nos regala su Espíritu que poco a poco nos configura con Él.  Por eso el Padre Chaminade dice que Él es la “fuente de todas las virtudes”, lo que puede y necesita empezar por “imitación” termina siendo auténtica manifestación del espíritu de Jesús que habita en nosotros.
Jesús anunció la Buena Noticia hace dos mil años.  Su misión histórica terminó en Galilea cuando envió a sus discípulos a anunciar por todo el mundo lo que habían aprendido de Él.  Y les prometió que estaría con ellos todos los días hasta el fin del mundo.  Hoy nosotros somos esos discípulos que seguimos siendo enviados por Jesús. ¿Cómo anunciar hoy su Buena Noticia? ¿Quién nos va a escuchar? ¿Quién nos va a creer? Con sencillez y humildad renovemos nuestra fe del corazón, porque ella “nos lleva rápidamente a la conformidad con Jesucristo, en quien encontramos la fuente de todas las virtudes”.  
Impulsados por nuestro Padre y Fundador no nos desalentemos cuando flaqueamos en el camino, sino confirmemos la necesidad de volver a comprometer nuestro esfuerzo sabiendo que el Espíritu de Jesús será el auténtico impulsor de nuestra vida.

Señor quiero ir detrás de ti,
imitándote, renunciando a mí mismo,
cargando con mi cruz y siguiéndote.
Quiero hacer las mismas cosas que Tú
y de la misma manera:
sufrir como vos,
buscar lo que Tú buscas,
evitar lo que Tú evitas,
amar lo que Tú amas,
practicar tus mismas virtudes.

Señor, quiero hacer de tu voluntad la regla de mi vida,
como Tú has tomado la voluntad del Padre por regla de la tuya;
deseo destruir en mí al Adán viejo para formar la imagen del nuevo:
y así ser una imagen tan clara de tu Persona,
que los que me vean se figuren que te ven a Ti.

Señor, ayúdame a crecer en la fe,
porque ella me llevará rápidamente
a la conformidad contigo,
en quien encuentro la fuente de todas las virtudes.

AMÉN

ATsm


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sábado, 21 de diciembre de 2013

“Pero, no sólo somos fuertes cuando nuestro Señor Jesucristo está con nosotros; somos felices, tenemos la paz.” (Carta 1289 - 2 enero 1844. Circular a la Tercera Orden de las Hijas de María).

La chamifrase 103 – 21 de diciembre – NOVENA DE NAVIDAD  6

Pero, no sólo somos fuertes cuando nuestro Señor Jesucristo está con nosotros; somos felices, tenemos la paz.” (Carta 1289 - 2 enero 1844. Circular a la Tercera Orden de las Hijas de María).

La presencia de Jesús en nuestras vidas nos hace fuertes para poder seguir sus huellas con fidelidad.  Su presencia como Maestro, Amigo, Padre, Esposo y Salvador transforma nuestra vida y nos anima a caminar tras sus huellas.  El Padre Chaminade nos invita a dejarnos acompañar por Jesús, que lo es todo para nosotros, y que nos hace fuertes con su Presencia.
Esta fortaleza que experimentamos cuando Jesús está con nosotros es la puerta para poder vivenciar y manifestar que con Él “somos felices, tenemos la paz”.
Cuando Jesús está con nosotros estamos felices.  Guillermo José quiere destacar que la respuesta a este deseo universal de felicidad del ser humano, tiene un nombre y una presencia: Jesús.  ¡Cuánto esfuerzo, cuánto intento, cuánta desilusión,… en la búsqueda de la felicidad! ¨¡Cuánta insatisfacción porque nada ni nadie termina de colmar nuestras ansias de plenitud! ¡Cuántas crisis y cuántas vidas quebradas en el intento de encontrar la felicidad! Si nos animamos a reconocer la presencia cotidiana de Jesús con nosotros, podríamos ser felices.  Sí, felices, porque caminando con Él la vida, nuestra mirada se iluminará, nuestros pasos encontrarán un camino que aunque no sea fácil estará siempre sostenido por un horizonte de sentido. Sí, felices, porque reconociendo a Jesús con nosotros, nuestra esperanza se renovará, nuestras amarguras y angustias se disolverán, nuestras ansiedades se pacificarán, y nuestra vida será motivo de agradecimiento.  Sí, felices, porque si nos dejamos llevar de la mano por el Señor, nuestros vínculos con los demás no exigirán nada a cambio, pero sí serán el suelo donde ejercitar aquello que lleva a la plenitud la vida humana: el amor en todas sus manifestaciones.
Cuando Jesús está con nosotros tenemos la paz. Guillermo José quiere también ayudarnos a reconocer la presencia de Jesús que pacifica nuestra vida.  ¡Cuántos conflictos interiores y experiencias traumáticas que vamos acumulando y no nos dejan dormir en paz! ¡Cuántos rencores, heridas no sanadas, broncas eternizadas que no nos dejan deponer las armas que nos destruyen interiormente y alzar las herramientas que construyen la paz! ¡Cuántas relaciones que esperan que nos animemos a perdonar o a ser perdonados! Necesitamos la Paz,  y si dejamos que Jesús esté con nosotros de verdad, estaremos en Paz.  No porque el borre con un milagroso “nunca más” estas manifestaciones de nuestra debilidad humana, sino porque si dejamos que su Paz nos habite nuestras heridas se dispondrán a ser sanadas, tendremos el coraje de caminar el camino del perdón y nos animaremos a ser instrumentos de su misma Paz en nuestra propia vida y para los demás.
Escuchemos a nuestro Padre y Fundador, sintámonos invitados a dejar que Jesús sea el centro de nuestras vidas, y así, podremos también afirmar con alegría y esperanza: Pero, no sólo somos fuertes cuando nuestro Señor Jesucristo está con nosotros; somos felices, tenemos la paz.”

Con sencillez hagamos oración esta experiencia profunda que nos regala la presencia de Jesús.  Repite pausadamente en tu interior acompañando con la respiración esta frase:

“Jesús tú estás conmigo. Soy Feliz.  Estoy en Paz”

Cierra los ojos, repítelo en tu interior una y otra vez, hasta que ya no hagas el esfuerzo de repetir sino que tu mente y tu corazón hayan incorporado a su ritmo esta afirmación.  Cuando la recuerdes luego durante el día, o al acostarte,… vuelve a repetirla y experimentarás la Presencia del Señor, y en Él la felicidad y la paz podrán ser una realidad en tu vida interior.

ATsm


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viernes, 20 de diciembre de 2013

“¡Qué fuerte somos cuando Nuestro Señor Jesucristo está con nosotros!... “Salvador”, cura y cicatriza las heridas de nuestras almas y nos libra del yugo de Satán.”

La chamifrase 102 – 20 de diciembre – NOVENA DE NAVIDAD  5

“¡Qué fuerte somos cuando Nuestro Señor Jesucristo está con nosotros!... “Salvador”, cura y cicatriza las heridas de nuestras almas y nos libra del yugo de Satán.”
(Carta 1289 - 2 enero 1844. Circular a la Tercera Orden de las Hijas de María).
Las primeras cristianos reconocieron en Jesús al Salvador. En las diferentes épocas de la historia los cristianos hemos puesto diferentes acentos en lo que significa la “salvación” y consecuentemente así hemos visto al Salvador.  En algún momento la salvación pasó a ser exclusivamente aquello que pasaría al final de los tiempos, y en definitiva lo opuesto a la condenación.  Si bien el misterio de la salvación tendrá su manifestación plena en el fin de los tiempos, no podemos dejar de ahondar en las raíces bíblicas y de la fe de las primeras comunidades cristianas.  Jesucristo, al encarnarse, Él mismo ha traído la salvación, que ya estaba además en semilla desde la Creación del universo y desde la elección del Pueblo elegido de Dios.  Por eso la salvación ya no es una cuestión extra-mundo y por eso hablamos de una historia de la salvación.
El Padre Chaminade nos regala esta visión encarnada e histórica de la salvación, y lo lleva al plano personal como experiencia fundante en la vida de fe de cada persona.  Jesús es nuestro “Salvador”, y quiere concretar su salvación en nosotros y por eso “cura y cicatriza las heridas de nuestras almas”.  ¡Cuánto dolor guarda nuestro corazón por esas heridas interiores, algunas de hace tantos años, otras que ya no recordamos ni siquiera su origen, pero que no nos dejan vivir en libertad y plenitud nuestra vida! ¡Cuántas zonas oscuras y cerradas de nuestro espacio interior donde ni a Dios dejamos entrar!  El Señor nos ofrece su salvación desde ahora.  No hay que esperar al Juicio final. El Señor desea sanar y cicatrizar con su amor y su ternura nuestras heridas interiores, y nosotros a veces vivimos como “condenados” y pensando que ya no hay remedio posible. 
Es cierto también que a veces pululan algunas propuestas milagrosas de sanación con manifestaciones fuera de lo común, que nada tienen que ver con la praxis evangélica de Jesús.  Hay que ser realistas para reconocer y aceptar la propia historia dolorosa.  Hay que recurrir a la ayuda psicológica cuando es necesario.  Y hay que darle también su justa presencia en nuestra vida de fe a la sanación interior, que nos ofrece Jesús, acercándose a nuestro corazón y ofreciéndonos “curar y cicatrizar” nuestras heridas profundas. Así además el Salvador “nos libra del yugo de Satán”, porque unifica nuestra vida y nos hace salir de una vida escindida y quebrada, porque nos habilita para vivir con dignidad nuestra vida, porque nos despega del lamento repetido de que “yo no puedo”.
El Padre Chaminade, que en esta ocasión enfoca la salvación hacia la vida personal, una especie de concreción histórica del “salva tu alma”, repetirá también muchas veces a sus discípulos que nadie “salva su alma” si no trabaja al mismo tiempo por la “salvación de su prójimo”.  Por eso la experiencia personal de la “salvación” es necesaria y nos habilita para ponernos en camino tras las huellas del Salvador, llevando a los demás esta misma salvación: curando heridas y librando del yugo de Satán. 
Así lo entiende también el Papa Francisco que no se cansa de invitar a la Iglesia a salir a ofrecer esta salvación a nuestros contemporáneos: «Yo veo claramente qué es lo que más necesita la Iglesia hoy: la capacidad de curar las heridas y de calentar los corazones de los fieles, la cercanía y la proximidad. Yo veo a la Iglesia como un hospital de campo después de una batalla. ¡Es inútil preguntarle a un herido grave si tiene alto el colesterol o el azúcar! Hay que curar sus heridas. Después podremos hablar de lo demás. Curar las heridas, curar las heridas... Y hay que comenzar desde abajo».
Invitados por nuestro Padre y Fundador, reconozcamos en Jesús al “Salvador”, que “cura y cicatriza las heridas de nuestras almas y nos libra del yugo de Satán”, animémonos a vivir esta experiencia de salvación personal y desde ella vayamos a nuestros hermanos y anunciemos con gestos de misericordia y sanación la Buena Noticia de la salvación.

Jesús, mi Señor, mi Salvador,
aquí estoy,
necesito de tu Presencia cercana y amiga,
que cura y cicatriza las heridas de mi alma.

Jesús, mi Señor, mi Salvador,
cuánto esfuerzo he puesto en guardar dentro de mí
tanto dolor que ha ido oscureciendo mi interior,
y me ha hecho creer que el cambio ya no es posible.

Jesús, mi Señor, mi Salvador,
necesito abrirte las puertas de mi corazón
y dejarme sanar y levantar
con la fuerza de tu ternura y de tu amor,

Jesús, mi Señor, mi Salvador,
solo Tú puedes librarme plenamente del “yugo de Satán”:
miedos y compulsiones, rencores y pérdidas no elaboradas,
que me atan y no me dejan ser libre ni auténtico.

Jesús, mi Señor, mi Salvador,
gracias por estar siempre dispuesto a sanar mi corazón,
y así habilitarme para anunciar a los demás tu Buena Noticia,
acercándome y curando las heridas de mis hermanos.

Amén

ATsm


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