domingo, 13 de mayo de 2012

“Mantente siempre en paz, y dile al Señor, con el apóstol, que ni el hambre, ni la sed, ni la desnudez, ni la soledad ni nada te apartará de su amor.”


La chamifrase de la semana 43

Domingo 13 de mayo de 2012


Mantente siempre en paz, y dile al Señor, con el apóstol, que ni el hambre, ni la sed, ni la desnudez, ni la soledad ni nada te apartará de su amor.”

(Carta 1066 - 24 agosto 1838. Al P. Chevaux).

El Padre Chaminade, escribe a uno de sus más allegados colaboradores, el Padre Chevaux, quien por sus características de personalidad necesitaba frecuentemente ser animado e interpelado para renovar su confianza y su fe.  El consejo del Fundador no viene como otras veces refrendado con una cita textual de las Sagradas Escrituras en latín (era el texto que usaban los sacerdotes en su época), pero hace referencia a la Palabra de Dios rumiada y encarnada en su propia vida. 

Detrás de la orientación espiritual de Guillermo José, escuchamos las palabras de San Pablo: “¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada? Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor”. (Rom 8, 35.38-39).

No son frases hechas. El Padre Chaminade lo experimentó durante su larga vida. No le faltaron problemas, conflictos, persecuciones, necesidades, tensiones, dolores por el accionar de algunos de sus discípulos, incomprensiones, rechazos, desprecios, enemigos. Y con todo esto, nos testimonia que es posible “mantenerse en paz” y renovar con fe del corazón que “nada ni nadie podrá apartarnos del amor de Dios”.

Cuántas veces en nuestras vidas sentimos que el piso se nos mueve, que “se nos caen las estanterías” construidas con tanto esfuerzo durante tantos años, que “nos ponen palos en la rueda” y que “hay gente que nos hace la vida más difícil”,  Cómo nos cuesta mantenernos en paz cuando nos sentimos injustamente rechazados, despreciados, incomprendidos, injuriados. Cómo nos cuesta cuando recibimos “malas noticias”, cuando la enfermedad se acerca a nuestra vida o a la de nuestros seres queridos, cuando nuestro corazón se siente partido por alguna pérdida,…cómo nos cuesta reconocer que Dios sigue ofreciéndonos su amor, y que nunca nos abandona.  A veces preferiríamos que solucione nuestros problemas, que nos haga el milagro, que “elimine a nuestros enemigos”, que se nos acabe “la mala racha”, que “Dios haga algo por nosotros”,… 
En todos estos momentos, ojalá podamos escuchar también nosotros este sabio consejo de nuestro Padre y Fundador, que nos repite también hoy a nosotros: “Mantente siempre en paz, y dile al Señor, con el apóstol, que ni el hambre, ni la sed, ni la desnudez, ni la soledad ni nada te apartará de su amor.”

Señor Jesús,
quiero hoy decirte con el Apóstol San Pablo
y con el Padre Guillermo José Chaminade,
que ni el hambre ni la sed,
ni la desnudez ni la soledad,
ni las tribulaciones ni las angustias,
ni los peligros ni los miedos,
ni las persecuciones ni los rechazos,
ni las incomprensiones ni los desprecios,
ni la enfermedad  ni la muerte,
ni las heridas del pasado ni los dolores del presente,
ni la incertidumbre del futuro,
ni los conflictos ni los engaños,
ni mis éxitos ni mis fracasos
ni mis debilidades ni mis compulsiones,
ni… … … (para seguir completando)
….
ni nada ni nadie
PODRÁN APARTARME JAMÁS DEL AMOR DE DIOS
MANIFESTADO EN TI, CRISTO JESÚS,  MI SEÑOR.

                                                                                                       AT. sm

domingo, 6 de mayo de 2012

“Tu felicidad consiste en tu unión a Cristo mediante la fe y el amor.”


La chamifrase de la semana 42

Domingo 6 de mayo de 2012


Tu felicidad consiste en tu unión a Cristo mediante la fe y el amor.”

  (Carta 854 - 6 agosto 1836. A Claude Mouchet).

El Padre Chaminade no duda en afirmar que la felicidad consiste en la unión con Cristo.  Una afirmación que no sólo es un lindo consejo espiritual o una frase hecha, sino una afirmación directa y personal a la persona que le escribe (no dice “la felicidad”  y “la unión con Cristo”, sino “TU felicidad” y “TU unión con Cristo”).
Es cierto que ¿quién puede dudar que estar unido a Cristo nos regala una auténtica felicidad?  Pero también ¿quién puede afirmar que vivir unido a Cristo es algo espontáneo y permanente?
¡Cómo nos cuesta vivir unidos a Cristo cuando vienen las dificultades, cuando recibimos una mala noticia que afecta nuestra vida o nuestra salud o la de los seres más queridos! ¡Cómo nos cuesta vivir unidos a Cristo cuando sentimos que no estamos unidos a los demás, cuando nos encerramos en nuestro egoísmo, cuando nos dejamos llevar por las fuerzas autodestructivas del rencor o cuando los miedos nos paralizan! ¡Cuánto nos cuesta vivir unidos a Cristo cuando no encontramos respuestas o cuando sentimos que ya nada tiene sentido!
Quizás la clave esté en descubrir los caminos para llegar a esta unión con Cristo.  Guillermo José no duda en que esta unión se da “mediante la fe y el amor”.

La fe nos ayuda a descubrir que esta unidad es un don, y que es posible descubrir y experimentar en nuestra vida que el Señor siempre está con nosotros, y que su invitación a estar unidos a Él es una respuesta a su propia iniciativa gratuita.  El Evangelio de Juan nos los recuerda en el discurso de la vid y los sarmientos (Jn. 15,1- 8), que se condensa en la invitación de Jesús: “Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes”. Él permanece siempre en nosotros, necesitamos por la fe despertar y descubrir esta gracia y decidir desde nuestro centro  interior permanecer en Él. Y cada vez que volvamos a tomar conciencia que nos hemos separado de Él, volver tranquilamente a su Presencia, que siempre permanece en nosotros.

Y el amor nos ayuda a vivir esta unión con Cristo a través de nuestra relación con los demás.  Cuando vivimos el “mandamiento principal”, el del amor al prójimo, sin lugar a dudas reactualizamos nuestra unión con Cristo.  No se trata de hacer “cosas buenas” para merecer esta unión.  Se trata sencillamente de amar a los demás, porque en cada hermano, y especialmente en los que más sufren, encontramos el rostro de Jesús; y uniéndonos a través del amor nos unimos también con Cristo.

En la primera carta de Juan encontramos claramente expresado que el camino de la unión por Cristo pasa por la fe y el amor: “Su mandamiento es éste: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo y nos amemos los unos a los otros como él nos ordenó. El que cumple sus mandamientos permanece en Dios, y Dios permanece en Él: y sabemos que Él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado”.(1Jn 22-24).
Sabemos por dónde caminar para vivir más profundamente la unión con Cristo.  ¿Nos animamos a renovar nuestra fe en Jesús y a comprometernos en el amor a los demás, a través de gestos concretos y cotidianos?  Quizás paso a paso, la afirmación del Padre Chaminade puede transformarse en una profunda autoafimación de nuestra propia vida: MI felicidad consiste en MI unión con Cristo mediante la fe y el amor”.
            

Señor, Jesús,
deseo permanecer en Ti,
como tu permaneces en mí.
Aumenta mi fe para que pueda reconocer
tu Presencia permanente en mi vida.
Transforma mi corazón y libérame del egoísmo,
para que pueda amar con sinceridad a los demás.
Señor, Jesús,
dame la gracia de experimentar
que mi felicidad consiste
en mi unión contigo mediante la fe y el amor.
Amén.
AT. SM

martes, 1 de mayo de 2012

“En el Instituto de María, no hay largas oraciones, ni vocales ni mentales, pero sí mucho trabajo”


La chamifrase de la semana 41  ESPECIAL

Martes 1 de mayo de 2012


“En el Instituto de María, no hay largas oraciones, ni vocales ni mentales, pero sí mucho trabajo”

 (142 - 11 de julio de 1820, A Sor Celestina, Agen).

La valoración del trabajo ha sido una constante en la tradición marianista desde los inicios. En esta frase, que pertenece a una carta que el Padre Chaminade dirige a una joven novicia del convento de Agen que dudaba en ser Hija de María o retirarse y hacerse carmelita, el Fundador pone el trabajo a nivel de las dimensiones esenciales de la vida marianista.                                                                       
El trabajo dignifica y plenifica la experiencia humana. Para el cristiano es una llamada a colaborar con la obra creadora de Dios, quien ha puesto en nuestras manos el presente y el futuro de su Creación.  Y para los marianistas el trabajo es una consecuencia del misterio de la Encarnación, el misterio que nos gusta presentar como el “corazón de nuestra espiritualidad”. Por eso en el aula y en el trabajo manual, en las tareas cotidianas y en el trabajo profesional, compartimos con la humanidad entera la vocación de trabajadores y nos unimos con esfuerzo y responsabilidad a la construcción de un mundo más justo y equitativo.

Ciertamente el Padre Chaminade, que era un hombre de un profundo espíritu interior, en muchas ocasiones prevenía a sus discípulos de un activismo exagerado que pierde su sentido o relativiza la oración y la espiritualidad. Pero aún en esas ocasiones, opinaba que la solución estaba en volver a encontrar el rumbo, y a vivir el trabajo con espíritu interior e intención apostólica. Aunque el trabajo no sea en sí explícitamente pastoral, cuando trabajamos no dejamos de ser misioneros.

La Iglesia nos propone en este día que celebramos el Día internacional del Trabajo mirar a San José Obrero, aprender de su testimonio y confiar en él nuestro trabajo y las necesidades de aquellos que en nuestro mundo todavía injusto y poco equitativo no tienen un trabajo digno. El Padre Chaminade nos legó una sentida devoción por San José que no nos viene mal profundizar y valorar en nuestra experiencia marianista en la actualidad.  Pidamos a José que nos ayude a vivir nuestro trabajo cotidiano sabiendo que así estamos colaborando con el plan creador y salvador de Dios, que podamos sostenerlo desde un profundo espíritu interior y que no perdamos en la cotidianeidad de nuestras responsabilidades laborales vivir con sencillez nuestra impronta apostólica. A veces pensamos que la misión para por actividades explícitamente pastorales y nos olvidamos que nuestro trabajo, y no importa el tipo de trabajo ni donde lo realizamos, es el espacio natural para vivir nuestro ser misionero.  Es allí donde podemos encontrar naturalmente nuestra “tierra de misión”, y es una llamado siempre renovado especialmente para los/as laicos/as de nuestra Familia marianista.

Mirando al carpintero de Nazaret, nos encontramos con su hijo Jesús, quien aprendió con él  a trabajar y a vivir con dignidad en medio de su pueblo. Y renovamos también nuestro compromiso de trabajar por una sociedad más justa y equitativa, en la que todos puedan encontrar el lugar para vivir con dignidad y poder ser plenamente “humanos”.


San José Obrero, queremos aprender de tu experiencia
a vivir con sencillez nuestro trabajo cotidiano,
sabiendo que así colaboramos con la obra creadora de Dios.

San José Obrero, queremos confiarnos a tu intercesión,
para que podamos sostener nuestro trabajo con espíritu interior
y a través de él vivir nuestra vocación misionera en el mundo de hoy.

San José Obrero, queremos ser agradecidos por el trabajo de cada día,
por la posibilidad que nos da de vivir con dignidad,
desarrollar nuestras capacidades y crecer en humanidad.

San José Obrero, queremos comprometernos para que en el mundo en que vivimos,
la justicia y la equidad sigan creciendo y alcancen su plenitud,
y todos los hombres y mujeres tengan la oportunidad de un trabajo digno.

San José Obrero, queremos comprometernos cada día,
siguiendo las huellas de Jesús, trabajador y carpintero como vos,
anunciando con nuestro trabajo cotidiano la Buena Noticia del Reino.

San José Obrero, ruega por nosotros
Amén.
                                                                                                                AT. Sm